La severa crisis humanitaria, incluida la pandemia de coronavirus que devasta a Venezuela, no se ve en los concurridos sitios turísticos y los restaurantes de lujo de las grandes ciudades que son frecuentados principalmente por los líderes chavistas, “enchufados”, testaferros y “bolichicos” (hijos de la élite del poder).
RL / Idaed / Reportero24
La nueva burguesía chavista, integrada por unos 150 sancionados por los Estados Unidos y la Unión Europea por blanqueo de capital, corrupción y narcotráfico, y unos 12 líderes, por cuyas capturas Washington ofrece una recompensa global de 90 millones de dólares, ha convertido a Venezuela en su “guarida” o su paraíso “rojo”, alega el abogado criminólogo Alejandro Rebolledo.
Dolce Vita
Caracas vive su propia Dolce Vita, una versión revolucionaria exclusiva para los famosos “enchufados” a la que sólo le falta un Fellini que la retrate para la posteridad. Porsches, Ferraris, islas paradisíacas, restaurantes de lujo, modelos, yates y tratamientos de belleza de miles de dólares forman parte de la burbuja creada por Nicolás Maduro como válvula de escape para que los jerarcas del chavismo vivan a toda pastilla en su país sin necesidad de viajar a otros que les mantienen sancionados.
Al otro lado del oasis de opulencia, circunscrito a una determinada zona de la capital, la sociedad venezolana resiste como puede ante el descalabro bolivariano, que a final de año habrá consumido el 80% del Producto Interno Bruto (PIB) existente cuando el “hijo de Chávez” accedió al poder supremo en 2013. El principal icono es el majestuoso Hotel Humboldt, en la cima de la cordillera que circunda Caracas, escenario de las mejores fiestas privadas y que espera que Maduro instale el casino socialista prometido.
Mientras el chavismo lloraba esta semana la muerte del ex vicepresidente Aristóbulo Istúriz, perteneciente el círculo más íntimo de Maduro, decenas de mensajes misteriosos comenzaban a aparecer en las redes sociales hasta convertir en tendencia la palabra yate. “Lluvias hacen que enchufado pueda usar su yate en Caracas”, ironizó el Chigüire Bipolar, un portal de periodismo satírico que arranca a diario las sonrisas de los venezolanos pese a la acumulación de desgracias.
Fuentes opositoras han confirmado que el antiguo ministro de Educación poseía un potente yate con el que navegaba por el Caribe y que incluso había llegado a Santo Domingo en tan placenteros periplos.
Tan enchufados están los boliburgueses y amigos del Gobierno inmersos en su burbuja que mientras otros se ven obligados a cerrar durante las jornadas de cuarentena radical, sus lugares favoritos permanecen abiertos para ellos. No se es buen enchufado si no has pasado por el ristorante Sottovoce y sus delicias italianas en el Hotel Eurobuilding o la Panadería Granier, abierta hace apenas dos meses en Las Mercedes, en plena cresta de la ola. Como Anónimo, y como Café Kaldi, recién abierto, en el que se consume producto nacional, el que queda.
“Delivery” con gasolina racionada:
Por 50 dólares también pueden pedir un delivery que les lleve hasta sus casas pasteles sin gluten o salmón trufado, pese a que la gasolina está racionada y bajo control de los militares. Una de las últimas tendencias son los tratamientos de belleza, tanto corporales como faciales. Las vacunas antienvejecimiento están el top, a 800 dólares la dosis. También el ácido hialurónico, en torno a los 5.000, sin olvidar el bótox, a 3.000.
Un mercado de lujo en el que no faltan las modelos venezolanas. Días atrás estalló un nuevo escándalo sexual con la detención de Jenny Rosales, directora del concurso de belleza Sambil Model. El entramado escondía una red de prostitución que servía mujeres para las minas de oro del Arco Minero del Orinoco y la propia burbuja caraqueña.
“Las excentricidades parecen imposibles, desde carne japonesa wagyu a 200 dólares una punta trasera, a las bebidas más selectas”, desvela a un habitual de la dolce vita caraqueña bajo anonimato.
El paraíso “rojo” de los ricos:
Las fiestas VIP, y el lujo en dólares. La cita es el viernes por la noche en el exclusivo Anónimo de la urbanización de Las Mercedes, en Caracas. En la puerta del restaurante, seis camionetas negras antibalas de alta gama esperan por sus dueños mientras que en su interior un jerarca chavista celebra el cumpleaños de su hija con sus 20 invitados a puertas cerradas.
La ostentosa fiesta de la calle París con calle Mucuchies, inaugurado hace 14 meses, no llamaría la atención si no fuera porque el salón privado del lujoso restaurante factura entre 15.000 y 20.000 dólares por noche, a razón de 70 y 100 dólares por persona, sin contar con sus otras 18 mesas desplegadas en la zona abierta. Mientras, la pobreza alcanza al 92% de la población en Venezuela, según la encuesta Encovi de la Universidad Católica Andrés Bello.
La también denominada “casta” chavista ya no puede pasear por Europa y Estados Unidos, donde buena parte de sus propiedades, producto de la corrupción de más de 800.000 millones de dólares desfalcados, han sido incautadas. Por ello, el chavismo prefiere ahora invertir y gastar en Venezuela.
Las inversiones de la “casta chavista”:
Un hijo del Contralor General (Tribunal de Cuentas) Elvis Amoroso también fue repudiado en las redes sociales. Jesús Amoroso es cantante y se da la gran vida en Los Roques, donde el año pasado lo vincularon con una fiesta llena de sexo, drogas y prostitutas cuando comenzó la pandemia que fue amonestada por el mismo Nicolás Maduro porque fue el inicio de los contagios.
El bolichico Amoroso, alias El Duke, es prepotente y exhibe una fortuna de una vida dispendiosa de lujo que no se da nadie en Venezuela con una nada exitosa canción de “la primera vez”. Su página en Instagram es “inenarrable”, confiesa Angela Oraá, especialista en “celebridades”.
Otro “hijo de papá”:
Es el diputado Nicolás, alias “Nicolasito”, Maduro Guerra, hijo del presidente, quien le ha asignado las mejores minas del Arco Minero de “oro de sangre” y coltán en el estado Bolívar, según el líder opositor Juan Guaidó y el diputado Américo De Grazia, quien denuncia que la depredación ambiental ha llegado hasta la turística zona de Canaima.
“Nicolasito” está sancionado por la justicia de EEUU y niega su vinculación con el “oro de sangre”. Sin embargo, los que lo critican van a la cárcel.
El año pasado dos agentes de la policía militar de la DGCIM (Dirección General de Contrainteligencia Militar) detuvo a dos agentes y el comisario Javier Gorrriño, jefe de seguridad del municipio del Hatillo, por denunciar en las redes la megafiesta del hijo de Maduro por celebrar su 30° cumpleaños en el Hatillo, cerca de Caracas, en plena pandemia del Covid.
El año pasado los contratistas José y Ricardo Morón Hernández, los presuntos hermanos testaferros del hijo de Maduro, fueron sancionados por el Departamento del Tesoro de EE.UU. por ayudar a mover los activos del hijo de Maduro.
En 2017 la policía política detuvo a una mujer que fotografió a “Nicolasito” presuntamente ebrio durante un bautizo, en compañía de sus testaferros en Maracaibo.
Cárcel a los críticos:
No solo los hijos de los jerarcas chavistas se saltan las normas. El Fiscal General, Tareck William Saab, otro sancionado, detuvo a la escritora Milagros Mata Gil y su marido el poeta Manuel Muñoz durante 48 horas en El Tigre, estado Anzoátegui, en el oriente de Venezuela, por haber criticado en un artículo publicado en twitter la fiesta mortal en la que participó bailando el fiscal chavista.
La suntuosa boda musulmana se celebró en el Club Sirio de Lechería en Semana Santa, donde el fiscal Saab era el principal agasajado con unos 600 invitados, lo que propagó el contagio del covid-19 colapsando los centros de salud y el cementerio de la zona.
El teleférico y un hotel de lujo:
Otro de los sitios predilectos de la casta chavista es el teleférico de Caracas a 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar donde está ubicado el hotel Humboldt, el único siete estrellas del país, construido hace 64 años por el entonces dictador Marcos Pérez Jiménez.
El teleférico y el Hotel Humboldt, un patrimonio público cedido por el régimen de Maduro a la familia Ceballos, que inauguró hace dos años el funicular y el hotel, con unos precios que lo hacen prohibitivo a los caraqueños, solo a la élite gobernante.
Pasar un día en la cumbre de Caracas, es decir, en el Hotel Humboldt, cuesta unos 300 dólares la noche por habitación. Tiene un casino, varios restaurantes de lujo preferidos por el presidente de la Asamblea Nacional chavista, Jorge Rodríguez y la familia de Maduro, que se ven en las fotos disfrutando de la comida.
La moneda que circula en la cumbre de la capital venezolana es el dólar y no el euro, que se cotizan 1 a 1 en las ventanillas de cambio o en el mercado negro. Los cambios de centavos en divisas lo devuelven en caramelos o en rayos luminosos hacia el valle de Caracas cuando los bolichicos dan fiestas por todo lo alto con rock “imperialista”.
Los líderes chavistas, “enchufados” y bolichicos saben que los opositores rastrean sus pasos hasta el último rincón de Venezuela o en el exterior. No duermen tranquilos. Lo saben.
Por eso prefieren encarcelar a los que lo critican en las redes sociales (hay 9.000 personas bajo régimen de presentación según el Foro Penal) o en el Ciberespacio, según ha prometido promulgar el también sancionado Rodríguez, titular del Parlamento oficialista, para castigar a quienes no son chavistas y se atrevan a insultarlos.