La reunión que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, mantuvo hace una semana en Caracas con funcionarios de Estados Unidos representó un giro insospechado hasta pocos días antes en la relación entre los dos países, cuyas consecuencias podrían modificar mucho más que el vínculo bilateral, según la opinión de varios expertos.
Idaed / Ambito
El deshielo fue provocado por necesidades concurrentes: Washington precisa reemplazar el petróleo que dejará de comprarle a Rusia, y Caracas, el acceso a los mercados internacionales que, a partir de las sanciones que le impusieron Estados Unidos y sus aliados, tenía casi exclusivamente a través de Moscú. Para Venezuela, el impensado acercamiento implica varias oportunidades, pero también desafíos cruciales.
La primera novedad es que, por primera vez en tres años, “parece evidente” que el Palacio de Miraflores y la Casa Blanca “no desean delegar la relación y quieren gestionarla directamente”, afirmó el politólogo venezolano Michael Penfold en Twitter.
Otra singularidad es que, al menos en el comienzo, el diálogo tuvo un perfil mucho más político que formalmente diplomático.
Por Venezuela participaron Maduro; su esposa, la diputada Cilia Flores, y el presidente de la Asamblea Nacional (AN, parlamento) y habitual líder de los equipos negociadores del Gobierno, Jorge Rodríguez. Son las tres personas que concentran el mayor poder dentro del oficialismo.
Torres de perforación en la ciudad de Maracaibo, Venezuela.NA
A su vez, la delegación estadounidense estuvo encabezada por el director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional y principal asesor del presidente Joe Biden para América Latina, Juan González, a quien acompañaron el delegado presidencial para Asuntos de Rehenes, Roger Carstens, y el embajador en Venezuela -pero radicado en Colombia desde mediados de 2019, debido a la ruptura de relaciones diplomáticas-, James Story. En cambio, estuvieron ausentes los cancilleres venezolano Félix Plascencia y el estadounidense Antony Blinken.
Sin demora, el martes fueron excarcelados dos de los diez ciudadanos estadounidenses que estaban presos en Venezuela, una antigua preocupación de Washington, ratificada el lunes por la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, al confirmar la reunión.
Esa decisión refleja la urgencia de Caracas, que hasta ahora recurría principalmente a Rusia -su petrolera estatal Rosneft y diversos bancos con acceso al sistema internacional de transacciones Swift, del que Moscú acaba de ser excluido- para exportar crudo e importar diversos bienes e insumos pese a las sanciones de Estados Unidos y sus aliados, según el economista y exdiputado venezolano José Guerra.
“Rusia se había convertido en el principal proveedor de divisas en efectivo para la economía de Venezuela, lo que evidentemente queda interrumpido bajo la circunstancia actual”, agregó el también economista venezolano Asdrúbal Oliveros.
Por ese motivo, los funcionarios estadounidenses se mostraron dispuestos a considerar la posibilidad de permitir, al menos temporalmente, que Venezuela vuelva a utilizar el Swift, dijeron fuentes diplomáticas a Télam.
El repentino acercamiento entre Washington y Caracas le ofrece a Maduro varias perspectivas alentadoras.
Por un lado, implica un reconocimiento de su legitimidad como gobernante, cuestionada desde hace poco más de tres años por la mayoría de la oposición venezolana y buena parte de la comunidad internacional, por considerar que su actual mandato surgió de elecciones irregulares.
Estados Unidos fue hasta ahora el principal sostén externo del gobierno paralelo designado en enero de 2019 por la AN -entonces con mayoría opositora-, encabezado por Juan Guaidó, y, aunque con menos énfasis, siguió siéndolo desde comienzos de 2021, cuando venció el mandato del anterior parlamento y Biden sucedió a Donald Trump en la Casa Blanca.
Por otra parte, representa una oportunidad acaso irrepetible para sofocar la más prolongada y más grave crisis económica y humanitaria de la historia de Venezuela, que desde hace más de cuatro años está sumida en la hiperinflación y el desabastecimiento de medicamentos, insumos industriales y alimentos, algo moderado en el último bienio merced a la dolarización de hecho de la economía.
Si Venezuela reanuda las exportaciones de petróleo a Estados Unidos, por lo pronto se beneficiará de los altos precios que el crudo alcanzó en los últimos días -por encima de 110 dólares el barril actualmente y con pronósticos de superar pronto los 140 dólares- por las limitaciones de Rusia, uno de los mayores vendedores mundiales, para colocar su producción.
Si además Washington dejara sin efecto las sanciones que le impuso, Caracas podría venderle directamente el petróleo e ingresar todo el producto de esas exportaciones, sin los considerables descuentos que hoy debe pagar a la compleja red de intermediarios que utiliza para exportar eludiendo esas penalidades, según el diario estadounidense The New York Times.
El sustantivo mejoramiento de los ingresos por las exportaciones de petróleo y un eventual retiro de las sanciones, o al menos una disminución importante de ellas, le permitiría también a Venezuela recuperar autonomía para abastecerse, tratándose de una economía que tradicionalmente importaba entre 60% y 70% de lo que consumía, según diversos economistas.
Al mismo tiempo, el deshielo, si avanza -Psaki dijo el miércoles que aún no estaba previsto un nuevo contacto-, pondrá al Gobierno venezolano ante desafíos ineludibles, tanto internos como de política exterior.
En materia local, tal vez lo fuerce a garantizar elecciones presidenciales irreprochables en 2024 -si no, además, a adelantarlas- y a mejorar rápidamente la situación de los opositores presos (241, según el último balance de la ONG especializada Foro Penal, publicado el lunes pasado) y de aquellos que están requeridos por la Justicia o fueron condenados en juicios sospechados de parcialidad.
El lunes, al confirmar que había recibido a los delegados de Estados Unidos, Maduro anunció “un reformateo del proceso de diálogo nacional”, más “amplio e inclusivo”.
El sector de oposición encabezado por Guaidó dijo el miércoles que estaba dispuesto a reanudar las negociaciones que se celebraban el año pasado en México y fueron interrumpidas por el oficialismo cuando el empresario colombiano Álex Saab fue extraditado a Estados Unidos, donde está preso a la espera de ser juzgado.
“¿Quién dijo que vamos para México? ¿De dónde sacan eso?”, replicó inmediatamente el número dos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) gobernante, Diosdado Cabello, y subrayó que “México cumplió una etapa”.
El caso de Saab -de quien el oficialismo dijo que era agente diplomático del Gobierno venezolano solo una vez que fuera detenido en Cabo Verde, desde donde fue extraditado a Estados Unidos- no fue mencionado en la conversación del sábado pasado en el Palacio de Miraflores, aseguró una fuente diplomática estadounidense a esta agencia.
En el ámbito internacional, si Venezuela comienza a entenderse con Estados Unidos, probablemente deba revisar su posicionamiento en relación con Rusia, que hoy es uno de sus principales aliados políticos, estratégicos y económicos.
Hasta ahora, Caracas no condenó la invasión a Ucrania sino que, por el contrario, manifestó su adhesión a Rusia en el conflicto. Lo había dicho Maduro antes de recibir a los enviados de Biden y lo ratificó el jueves la vicepresidenta, Delcy Rodríguez, tras reunirse en Turquía con el canciller ruso, Serguei Lavrov.