La corrupción, robos, traiciones, inconsecuencias, ambiciones y más truculentas acciones observadas a lo largo de la historia se han acentuado en los últimos 13 años, y para los próximos meses y años se proyecta una etapa aún más desastrosa. La población la califica como el problema número uno de un país.
A los mafiosos no les importa nada; se aprovechan de las tragedias. La pandemia deja hasta ahora en el mundo a 7,8 millones de contagiados y 450 mil fallecidos. Por ejemplo, en el Ecuador se acercan a 50 mil contagiados y pasarán de 5 mil los fallecidos. Las pérdidas superan los $22 mil millones en la artesanía, pequeñas, medianas y grandes empresas; en áreas de salud, industria, comercio, servicios, turismo y construcción.
Repugnan los robos que se descubren a diario no cometidos en los últimos meses sino desde años atrás con conexiones y secuaces en los municipios, prefecturas y otras instituciones públicas. Este año el déficit presupuestario puede superar los $9100 millones y se requerirán $21,2 mil millones para solventar al país; la producción nacional bruta caería a -9 %.
En el campo privado, el 61 % dice haber perdido su empleo y el 82 % afirma haber aumentado sus deudas.
La crueldad no tiene nombre: “Este es nuestro momento”, dicen los corruptos y gritan con sarcasmo: “Nada para nosotros, todo para ellos”, “Viva la Patria”.
El robo, el asalto y la farsa cuentan con una increíble ralea de actores, asesores, estrategas, criminales de oficina y de mano armada. La historia no ha estado exenta de corruptos; algunos fueron políticos sanos que cayeron presa de mafiosos; otros, más recientes, creyéndose “superdotados”, ordenaron a su antojo lo que quisieron.
En 13 años de corrupción se han robado más de 100 mil millones de dólares y no se ha recuperado ni una diezmilésima. Las diferencias son abismales, un presentador de televisión, un cómico o futbolista ganadores de las elecciones perciben, cada uno, más de lo que ganan 100 hogares pobres. No se diga los políticos prósperos cuyo ingreso personal mensual supera lo que ganan 20 mil hogares pobres.
¡Y aún les falta lucrar! La maquinaria está lista. Solo falta inscribir a sus movimientos y… a designar los candidatos que serán los jefes y conductores del latrocinio público. Se vienen elecciones clave para el país, pero el 75 % de electores desconfía del proceso.
Los partidos, movimientos y quienes los dirigen tienen en sus manos las elecciones. Los amos políticos aseguran conocer la realidad nacional y cómo aplicar el cambio para solucionar el desempleo, la inseguridad y “exterminar la corrupción”. Dicen contar con líderes y estadistas de lujo. ¡Qué farsa!
A ocho meses de las elecciones, según la última encuesta de Cedatos, el 85 % de electores está indeciso, no sabe por quién votar. Su máxima preocupación es sobrevivir el día a día.
Para la mayoría de políticos, en cambio, su preocupación es la “carrera de caballos”, quien va primero en las encuestas. No les importa los problemas que viven las familias. Solo buscan candidatos, no importa que sean: cantantes, deportistas, reporteros o payasos, ni en cuántos partidos ha militado.
Poco interesa su experiencia profesional, honradez y capacidad para ejercer una función pública. Para los amos políticos el objetivo es ganar la elección, atropellando a quien sea. Así han ganado asambleístas, alcaldías, prefecturas y concejalías, y se han llenado de asesores ineptos, conformando comisiones y cobrando diezmos para otorgar puestos. No temen la destitución.
El poder económico, político y social del país y la suerte de más de 16,5 millones (95 % del total de la población) está en manos de menos del 5 % de personas.
El 84 % de ecuatorianos está pesimista, preocupado, incierto, molesto; ve que su situación se desmorona y que el país caerá en una crisis jamás vista en el pasado.
La población exige frenar la corrupción, el robo, la traición, la audacia y la mentira; que acabe de una vez por todas el arroz verde, moreno o del color que sea. Quieren sobrevivir con honradez. Es una reflexión para actuar en función de país.
Idaed