Fueron días y días en las calles, en Venezuela, pues todavía no se había atrevido a arremeter en contra de los manifestantes. Hasta que la gran marcha en Caracas le dejó muy claro el mensaje: una inmensa mayoría de los venezolanos querían al presidente Chávez fuera de Miraflores.
Idaed / ElNacional
Ya para el 11 de abril de 2002 se sabía que el exgolpista que fue electo presidente con una votación abrumadora lo que quería era aplicar en el país el modelo cubano y los venezolanos no estaban dispuestos a aceptarlo. Había coraje, valor, pero también mucha rabia porque Chávez pretendía acabar hasta con la joya de la corona, Pdvsa. Y por eso nadie tuvo miedo. Las fotos de aquel día son para la historia. Nadie se quedó en su casa. ¡A Miraflores! fue el grito que surgió entre la multitud.
Una gran masa de personas cargadas de valentía y ganas de luchar por su país siguió la dirección trazada, con la idea de que les sería permitido -como pueblo soberano que era- exigir en el propio palacio de gobierno un cambio. Pero Chávez mandó a emboscar la marcha; allí se hizo palpable el gobierno que se había instaurado en Miraflores y que todavía sigue allí,
El mandato de la sociedad civil era claro y Chávez no pudo hacer otra cosa sino renunciar. ¿Para qué hablar de los errores del día siguiente? Lo que pudo detenerse pasados apenas unos años encontró la manera de aferrarse a la silla presidencial. Pero aquel presidente, que juró ante un crucifijo rectificar, le mintió a Dios y a los que le seguían.
Aquella unión de fuerza, aquel grito de libertad, aquella consolidación de objetivo que se vio en las calles hace 20 años, no ha podido volver a reunirse. Y si bien han sido los jóvenes y muchos representantes de la sociedad civil quienes insistieron luego, en 2007, en 2014 o en 2017, nada ha podido lograrse. Esto es motivo suficiente para que los partidos que se dicen opuestos al chavismo reflexionen, analicen.
Ojalá este aniversario de aquella marcha apoteósica sirva para que se den cuenta de que no es hora de discutir quién quiere ser presidente sino cómo hacer para llegar a acuerdos que beneficien al país. Una debacle que comenzó hace 20 años, pero que con unidad y objetivos claros es posible para reinstaurar la democracia y recuperar aquel país que todos añoramos.