El Banco Interamericano de Desarrollo calcula que en los hogares más pobres que reciben remesas la ingesta no supera las 1800 calorías diarias. Los hogares menos pobres y receptores de remesas pueden adquirir, en promedio, 11 de los 15 rubros, mientras que los más pobres que no reciben ayuda del extranjero solo tienen acceso a nueve de esos rubros.
EB / Idaed / albertonews
Cuando Vanessa Berrios cogió sus maletas y emigró a Ecuador para poder alimentar mejor a su familia en Ocumare del Tuy, Venezuela atravesaba índices históricos de escasez de alimentos y la inflación ya estaba a punto de convertirse en hiperinflación. “Trataba de comprar bultos de comida, porque si mandaba el dinero se devaluaba muy rápido”, recuerda.
La pandemia por COVID-19 las obligó a ella y a su hermana, con quien vive en Guayaquil, a reducir la cantidad de remesas que empezaron a mandar en efectivo a finales de 2018. De un promedio de 100 a 120 dólares que enviaban entre ambas, pasaron a mandar 80 dólares o menos porque sus ingresos disminuyeron.
Y aun cuando la suma es 40 veces superior a lo que cobran sus padres por pensión y jubilación, Vanessa asegura que han tenido que buscar trabajos extras para solventar los gastos de comida y salud de sus papás.
Varias veces he tenido que salir a la calle a trabajar o vender algunas cosas de Venezuela para solventar, porque ahora allá hay comida, pero los precios siguen aumentando y lo que manda uno muchas veces es insuficiente”, explica.
Migrar y aun así no poder ayudar
El estudio Efecto de las remesas sobre la seguridad alimentaria en los hogares venezolanos, elaborado por la División de Protección Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que 11,2 % de los hogares son receptores de remesas y el consumo promedio es de 2152 calorías diarias de alimentos.
Aunque, si bien la cifra supera al promedio de los hogares que no reciben remesas, sigue estando por debajo de los 2300 calorías requeridas según estudios nacionales e internacionales y va disminuyendo conforme el hogar es más pobre. Así, en los tres tipos de hogares con el ingreso per cápita más bajo, las calorías consumidas van de 1466 a 1875 diarias.
“Es un consumo de guerra”, señala la coordinadora de investigación y desarrollo de la Fundación Bengoa, Maritza Landaeta, quien añade que la ayuda que pueden suponer las remesas en la alimentación de las familias está muy ligada con el perfil del migrante, que en los últimos años se ha caracterizado por partir por necesidad, viviendo en condiciones precarias y con escasas oportunidades laborales.
Un estudio hecho a mediados de 2020 por el Observatorio Venezolano de Migración (OVM) reveló que entre 50 % y 60 % de los migrantes venezolanos enviaba menos de 50 dólares mensuales a sus familias en Venezuela, mientras que solo cerca de 12 % mandaba más de 100 dólares al mes.
El Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cenda) calcula que en mayo el costo de la canasta alimentaria de mayo, compuesta por 57 de 60 productos de primera necesidad, tuvo un costo aproximado de 646,8 millones de bolívares, 1618,1 % más que en mayo de 2020, equivalente a $219,24.
Sin acceso a lo necesario
Desde que en 2019 el régime de Nicolás Maduro relajó los controles de precios, los anaqueles parecen estar abastecidos de alimentos y productos de primera necesidad, aunque expertos advierten que la disponibilidad responde más bien a la falta de poder adquisitivo del venezolano, cuyos ingresos impiden comprar gran parte de los rubros.
De hecho, la ONG Ciudadanía en Acción estima que en 2020 el déficit promedio fue de 66 % en todos los rubros, a excepción de cereales y, si bien hubo 2 millones de toneladas de alimentos más que en 2019, la pobreza generalizada de la población hace que solo un tercio pueda adquirirlos.