Lo imposible e impensable está ocurriendo en Perú: el antifujimorismo está cerrando sus filas con la candidata presidencial de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, a un mes de la primera vuelta que la metió en el balotaje del 6 de junio, cuando se medirá con el maestro izquierdista Pedro Castillo.
RL / Idaed / Diario Correo.
Es una conquista inesperada que toma fuerza y demuestra que el país “tiene un pavor patológico a la izquierda de muy larga data”, asegura Natalia Sobrevilla, historiadora de la Pontificia Universidad Católica del Perú y PhD en Historia por la Universidad de Londres,
Ese miedo lo sembró la reforma agraria de hace cinco décadas que derivó en expropiaciones y el legado de Sendero Luminoso que metió en “un mismo saco a los de izquierda y los terroristas de una forma radical”, analiza la también autora de Los inicios de la república peruana. Viendo más allá de la cueva de bandoleros.
Y ese es un capital favorable para las tres veces aspirante a la silla ejecutiva, porque “ser anticomunista y todo el discurso del anticomunismo es muy poderoso y es muy fuerte en ciertos sectores de la sociedad”.
Impacto para alianzas
Los partidos políticos son uno de esos sectores donde las posturas pesan a la hora de decidir con quién tender puentes en el camino a los comicios definitivos y “estando en juego la seguridad e integridad de la República” el partido Perú Patria Segura declaró su apoyo a Keiko Fujimori, para “mantener el Estado Democrático” con una “única candidatura que garantiza un Estado democrático”.
El exhorto de la organización se lanzó a su militancia y simpatizantes, así como a la ciudadanía en un comunicado similar al emitido por Avanza País donde milita el excandidato Hernando de Soto; Renovación Popular, del exaspirante Rafael López Aliaga; Partido Popular Cristiano (PPC), Alianza para el Progreso (APP) y Victoria Nacional.
Apoyos con intereses
La fidelidad de estos partidos políticos tradicionales se debe al modelo económico propuesto por Keiko Fujimori. “Ella es el modelo de mercado, de libertades económicas individuales, y el otro es un modelo estatista donde no solo es lo económico, sino el Estado que digita, ordena y decide todo”, analiza Diario Correo.
Sin embargo, estos respaldos “suman poco, porque en Perú hay pocos partidos con la capacidad de endosar votos si se toma en cuenta que no lograron pasar ni siquiera el 10 %”.
La única posibilidad es que “los de centro no se decidan, se abstengan o mantengan el voto viciado o blanco”. Aun así “el fujimorismo siempre ha tenido un núcleo duro de votos. Estuvo estancado todo este tiempo, porque Keiko Fujimori no lograba conectarse con la gente y tenía zigzagueos, estuvo en varias elecciones a favor del padre, en contra, ahora nuevamente con él”, afirma La Tercera.
Puede ser. Es posible. Nadie tiene la última palabra cuando en la recta final de la carrera electora, la participación se proyecta en 94 %, según la última encuesta de Datum. Un número atractivo considerando que en la primera vuelta el ausentismo llegó a casi el 30 % del padrón, equivalente a siete millones de votantes que no acudieron a las urnas.
Ese mismo sondeo revela que 28 % de los peruanos se declara “antifujimorista” y otro 27 % “anticomunista”. Con lo que casi 7 de cada 10 peruanos (68 % en cada caso) indicaron no ser ni “antifujimorista” ni “anticomunista”.
El mayor porcentaje de “antifujimoristas” se ubicó en el centro (32,6 %) y sur (37 %) del país. En contraparte, el 41,2 % se autodenominó “anticomunista”; 33,5 % en Lima y el Callao, al igual que el 35 % en el sur respondió igual.
Izquierda replegada pero con conflictos
Los números liman asperezas. Después de una rivalidad sin precedentes entre Verónika Mendoza del partido Juntos por el Perú y Pedro Castillo de Perú Libre, la alianza entre ellos se selló en el club Apurímac de Lima tomando como puntos en común “la refundación del país, con soberanía, justicia e igualdad”.
La coalición de Mendoza conformada por partidos políticos del ala izquierda y centro izquierda – Partido Humanista, Fuerza Social, Ciudadanos por el Cambio, Movimiento por el Socialismo, Partido Comunista Peruano-Unidad y Nuevo Perú-, alega que “la responsabilidad ciudadana y política llama a la lucha militante y organizada para que no vuelva el fujimorismo corrupto”.
De esa forma limpian sus rencillas internas para intentar llegar al poder si el 43 % de preferencia hacia Castillo se mantiene sobre el 34 % de Fujimori. Un marcador de Ipsos que ella promete voltear.
Pactos entre amarguras
El asunto ahora es que a la ansiada reconciliación la empaña ahora las discrepancias de Castillo con las ideas del fundador de su partido, Vladimir Cerrón, quien en entrevista con Best Cable reveló que manejan una “tercera vía” para la reforma constitucional refiriéndose a la posibilidad de cerrar el Congreso e ir a referéndum para alcanzar su cometido.
Castillo lo desmintió y se desligó. “No tiene nada que ver en la lucha”, vocifera. Así marca distancia. Pero esta no es la primera contradicción con su mentor. Hace unos días, en Radio Exitosa, desautorizó “segundas o terceras voces” de su campaña y dijo ser el único vocero.
“Pedro aporta su parte y nosotros hacemos lo nuestro, y llegamos a un consenso de propuesta” respondió Cerrón pero El Comercio atribuye estas asperezas a la falta de “una larga vida partidaria” en Perú Libre de Castillo —militante de desde septiembre de 2020— “y en ese sentido, identificar qué tan vinculado está con Cerrón es complicado”.
Con los ánimos ardiendo el humor no tiene cabida. El comediante Carlos Álvarez denunció a través de su cuenta de YouTube supuestas “amenazas de muerte” por imitar a Castillo y Cerrón con su personaje“Vladi Encerrón” en el programa “La vacuna electoral”. Una pisca de lo revuelto y sensible que andan en la tierra inca.