23 noviembre, 2024 1:47 am

Informe: Cómo las mujeres sacuden el mundo contra el oscurantismo

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La originalidad del movimiento feminista haitiano radica en el hecho de que no cabe pensarlo en términos de ola (primera, segunda o tercera) ni en términos de corriente definida (liberal, negra, descolonial…).

Este movimiento, a contrapelo de los demás movimientos feministas, contribuye enormemente a la identificación de las realidades nacionales problemáticas, como por ejemplo las violencias cometidas contra mujeres y niñas, la participación política, la impunidad, la soberanía nacional y la lucha contra el oscurantismo.

Me parece que la metáfora de la sacudida es más apropiada para hablar del movimiento feminista haitiano. Cada vez que se plantea un problema a escala nacional, las feministas se sitúan en la primera fila del escenario para plantear reivindicaciones y definir orientaciones, como ocurrió en 1915 (ocupación de Haití por EE UU), 1957 (ascenso de Duvalier al poder), 1986 (caída de Duvalier), 1991 (golpe de Estado militar contra el gobierno de Jean Bertrand Aristide) y en 2004 (desalojo del poder del partido Fanmi Lavalas).

El movimiento se estructura en situaciones críticas en que son atacados los fundamentos de la convivencia por las fuerzas dominantes, tanto internas como externas.

Estas luchas se organizan en torno a pilares estratégicos basados en reivindicaciones populares como el derecho de autodeterminación, el reparto igualitario de los lotes entre hombres y mujeres, el derecho a los recursos.

El movimiento feminista lucha contra las asimetrías entre los sexos en una perspectiva popular global. Las feministas han participado siempre en las efervescencias que agitan nuestra sociedad. Fiel a esta tradición, el movimiento se alzó, después del seísmo, contra un conjunto de derivas que ponían en peligro su existencia y que se oponían a la reconstrucción real de la sociedad.

Para hablar de sus acciones en el plano político durante estos últimos diez años, pondremos el acento en los siguientes puntos. En primer lugar, las pérdidas sufridas durante el seísmo. En segundo lugar, la exclusión de las feministas haitianas impulsada por actores internacionales presentes en Haití tras el seísmo. En tercer lugar, las acciones de establecimiento de la realidad y, finalmente, las luchas contra las medidas machistas o antifeministas emprendidas por los gobiernos haitianos desde entonces.

Las pérdidas del movimiento feminista

La década de 2010 comenzó con el terrible terremoto del 12 de enero. La catástrofe golpeó duramente a todo el país. Entre las víctimas hubo varias feministas, entre ellas tres líderes históricas del movimiento, a saber: Magalie Marcelin, dirigente de Kay Fanm; Myriam Merlet, dirigente de EnfoFanm y Anne Marie Coriolan, la instigadora de la SOFA (Solidaridad de Mujeres Haitianas). Fue un momento duro para el movimiento.

Las feministas ni siquiera tuvieron tiempo de llorar por sus hermanas. La llegada al país de gentes de fuera tras la catástrofe, que por su número carecía de precedentes, en forma de fuerzas militares extranjeras, contingentes humanitarios de las ONG y misioneros, vino acompañada de toda su carga de problemas y agresiones. Estos nuevos actores se instalaron con todo un aparato imponente en la sociedad y aprovecharon la ocasión para reforzar su influencia en la maquinaria estatal con la complicidad de las autoridades nacionales (Lamour 2019).

Peinaron el territorio nacional en función de las competencias que se atribuyeron a sí mismos esos actores e impusieron la urgencia como modo de gestión empresarial de los problemas sociopolíticos y económicos suscitados por el seísmo. Al establecer este dispositivo, impusieron la perspectiva coyuntural como modo de administración del territorio, ignorando el peso de la sociedad civil haitiana a la hora de abordar determinados problemas. Las ONG aprovecharon para adoptar decisiones, unas más inadecuadas que otras para la población haitiana.

Una lucha ideológica impuesta por los actores externos

En esta lógica, estos nuevos actores se interesaron por la cuestión de las violencias cometidas contra las mujeres, despreciando el saber hacer desarrollado desde hacía más de dos décadas por las organizaciones feministas tras el fin de la dictadura.

A fin de imponer su legitimidad para abordar las violencias, los actores internacionales utilizaron el concepto de epidemia de violaciones para hablar de las violencias cometidas contra las mujeres en el campo. De ahí se derivó una idea de los haitianos como predadores sexuales y de las haitianas como sus presas.

Estos planteamientos despolitizaron la violación y las violencias sexuales sufridas por las mujeres, cuando la construcción política de la violación constituye un enfoque estructural fundamental del movimiento feminista desde 1915.

Las organizaciones feministas creadas a partir de 1986 se rebelaron contra esta situación. Refutaron el discurso construido y rechazaron asimismo la colaboración propuesta por determinadas ONG, denunciando en los medios estas intrusiones insanas. Para neutralizar a las feministas y continuar con sus planes, estos actores propagaron a escala mundial el rumor de la “muerte del movimiento” (Magloire, 2018; Côté, 2018).

El resultado fue una valoración negativa del feminismo haitiano, que quedó así descalificado como interlocutor para la resolución de la crisis nacional tras la catástrofe. La circulación de este rumor facilitó la difusión de un discurso victimizante, encaminado a negar toda forma de reconocimiento con respecto a la labor ya realizada por las feministas desde el fin de la dictadura.

La palabra de las feministas supervivientes de la catástrofe también quedó deslegitimada. En esta lucha por la información, las feministas vieron restringido el acceso a las plataformas mediáticas y su visibilidad se redujo en beneficio de organizaciones de mujeres creadas tras el cataclismo.

En esta lucha, que pretendía ignorar a las personas organizadas sobre el terreno, las ONG dejaron de financiar los programas de las organizaciones o propusieron a estas últimas unas sumas exageradas, que debían gastar en un tiempo récord so pretexto de la urgencia (el Estado haitiano no financia a su sociedad civil).

Las organizaciones que rechazaron estas condiciones sufrieron una caída vertiginosa de su financiación durante los primeros años posteriores al seísmo, pese a que prosiguieron con su labor política de acompañar a mujeres. El movimiento quedó postergado. Al emprender esta vía, los actores externos reafirmaron la subordinación de las mujeres en el debate sobre la reconstrucción del país.

En esta fase, el dispositivo creado por los actores internacionales facilitó la domesticación de la sociedad civil al invadir los espacios de debate y controlar los recursos disponibles: por un lado, afirman el principio discursivo de reconocimiento de los derechos de las mujeres, y por otro impiden el acceso de las feministas a los foros mediáticos y a los recursos para continuar esa misma lucha.

En esta tesitura, el dispositivo asegura que las organizaciones que componen el movimiento aparezcan más como objetos que no sujetos de un discurso construido en el plano interno.

Las acciones de afirmación sobre el terreno

Para luchar contra estas derivas y refutar el discurso de impotencia de las feministas, las feministas haitianas retomaron su labor de acompañamiento y apoyo a las mujeres víctimas de violencia en condiciones extremadamente difíciles desde febrero de 2010.

Conmemoraron las principales jornadas del movimiento, a saber, el 8 de marzo y el 3 de abril. En efecto, en marzo de 2010 crearon una estructura móvil de atención psicológica con miras a acoger a mujeres en refugios provisionales, sin dejar de llevar a cabo la labor de sensibilización contra las violaciones en el campo.

Además de estas acciones, sus esfuerzos fueron múltiples, acogieron en sus casas a mujeres violentadas y apoyaron el relanzamiento de actividades generadoras de ingresos junto con otras mujeres.

La primera gran batalla después del terremoto que libraron las mujeres fue la relacionada con el PDNA (Evaluación de necesidades después de la catástrofe), el documento que definía las acciones encaminadas a la reconstrucción.

El PDNA fue el resultado de un procedimiento de dos meses que aplicó el gobierno haitiano y que reunió a más de 250 personas que representaban a Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Unión Europea y el Banco Interamericano de Desarrollo.

A pesar del número de agentes implicados, el documento no integraba la dimensión de género en las estrategias propuestas por el gobierno haitiano para la recuperación de las políticas macroeconómicas, sociales, medioambientales, infraestructurales y de gobernanza.

Durante ese mismo periodo, las feministas haitianas impulsaron, con el apoyo de Gérandal Thélusma –política haitiana, diputada en la 48ª legislatura–, la lucha por la aprobación de la ley de paternidad responsable por el parlamento haitiano. Y ganaron la batalla.

Una información más realista sobre las condiciones de las mujeres

Para contrarrestar el PDNA, las feministas elaboraron, con la ayuda de aliadas internacionales, un contrainforme en el que denunciaban la ausencia en el documento de toda referencia a los problemas específicos que afrontaban las mujeres.

El 3 de abril de 2010, la CONAP (Coordinadora Nacional de Defensa de los Derechos de las Mujeres) publicó una nota para denunciar las relaciones de dependencia estructural del país con respecto a las potencias imperialistas, cuestionando la legitimidad de la CIRH (Comisión Temporal de Reconstrucción de Haití) como órgano encargado de la reconstrucción. En un artículo publicado en la página web de Radio Kiskeya, el 3 de abril de 2010, la CONAP anunció lo siguiente:

Para este 3 de abril de 2010, la CONAP proclama su independencia de agentes oportunistas o de cualquier planteamiento populista implicados en gestiones encaminadas a recoger las migas de un pastel envenenado y cuya receta, como siempre, se cocinó sobre las espaldas de las mujeres y, una vez más, en detrimento del pueblo reivindicativo y, por tanto, en contra de los intereses de la nación hatiana.

En otra declaración del 31 de marzo de 2010, la misma organización explicó:

La CONAP está más decidida que nunca a retomar la pluma de Mireille Neptune-Anglade, para reivindicar las aportaciones de La seconde moitié du développement a la creación de riquezas en nuestro país, y de este modo continuar el combate reivindicativo por imponer el reconocimiento de las ladrès fanm, las marginadas entre las obreras del polígono industrial, las trabajadoras domésticas, las comerciantes del sector informal y las productoras del mundo rural, expuestas más que nunca al fenómeno de la feminización de la pobreza y de la violencia de género.

El impacto devastador del seísmo del 12 de enero ha comportado pérdidas económicas inconmensurables ante la situación económica de las familias, debilitando los resortes de las fanm potomitan, de las que siguen dependiendo el 80 % de los hogares de la nación y de las que un 48 % están encabezadas por mujeres. Estas familias sobreviven con menos de dos dólares al día, comprometiendo igual de drásticamente el bienestar de varias generaciones.

Cuota femenina o responsabilidad de los hombres

En 2012, las organizaciones feministas se entregaron en cuerpo y alma a rechazar la promesa de que en el gobierno de Lamothe/Martelly habría un 40 % de mujeres. Para Danièle Magloire, “lo más importante no es la presencia de mujeres.

Hay que ver sobre todo la orientación del gobierno en las cuestiones sociales, económicas y del Estado de derecho”. Michaëlle Desrosiers, por su parte, dijo lo siguiente: “La presencia de [estas] mujeres en un gobierno de extrema derecha –por muy popular que sea– refleja la visión y el posicionamiento ideopolítico y económico de estas últimas en lo tocante a la apertura de Haití a los inversores asociados a los neocolonos”.

En mayo de 2012, la SOFA reclamó que el presidente Michel Martelly publicara un informe indicando las fuentes de financiación de su campaña electoral y denunciando a los cascos azules que estaban en el origen de la epidemia de cólera en Haití. Desde entonces, la SOFA se dedicó a llamar la atención de la sociedad sobre la corrupción que gangrenaba el espacio político y las derivas institucionales del parlamento.

Asimismo, la SOFA hizo sonar la alarma mostrando los problemas asociados al programa Ti manman chéri, implementado por el gobierno de Martelly.

Contrariamente a esta medida, las feministas, a través de Marie Jocelyn Lasègue, exigieron la promulgación de la Ley de paternidad, maternidad y filiación, planteando el principio de la gratuidad de las pruebas de ADN para romper con la realidad de los y las menores sin padre en Haití.

Esta postura se inscribe en la lucha de las feministas para conseguir que las mujeres accedan a una autonomía no controlada en Haití. En este país, las mujeres tienen libertad para desplazarse, pero esta autonomía aparente está asociada al hecho de que se hagan cargo de su progenie.

El año 2012 fue crucial para las feministas en la lucha contra el acoso sexual de las mujeres profesionales en Haití, con la denuncia del caso Josué Pierre-Louis, el entonces presidente de la Junta electoral, exministro de Justicia. Fue un año clave en la lucha contra las violencias sexuales y machistas.

En la misma época asistimos a la aplicación de estrategias antifeministas internas, obra de hombres periodistas en Haití. De ello dio cuenta el artículo de Danièle Magloire sobre el movimiento feminista (ibid. 2018).

En 2013, las feministas exigieron la implantación de la cuota del 30 % en la ley electoral. Hablando de este periodo, Marie Frantz Joachim (2012) señaló lo siguiente:

La institución del principio de la cuota del 30 % en la ley electoral de 2006 constituye uno de los mayores avances del movimiento feminista de aquel periodo, en la medida en que introdujo una dimensión política formal de la lucha feminista en Haití.

Decimos formal porque es bien sabido que el movimiento feminista es eminentemente político, vista la lucha de lleva a cabo por derribar el sistema patriarcal y transformar económica, política, social y culturalmente las condiciones de vida de las mujeres. Se opone a todas las formas de autoritarismo.

Asimismo quieren que la ley electoral castigue a los partidos, asociaciones y confluencias políticas culpables de prácticas machistas, entre ellas el incumplimiento de la cuota. En octubre de 2013, las feministas jalonaron el año con la celebración del parlamento simbólico de mujeres. Hablando de aquella iniciativa, Marie Frantz Joachim (2015) explica:

[La iniciativa] movilizó a cerca de un centenar de personas, que representaban a cuarenta (40) asociaciones y comités de mujeres de partidos políticos de todos los departamentos, salvo el del Centro y el del Noreste. En el Parlamento Simbólico de Mujeres se implicaron 150 miembras de organizaciones de mujeres y de estructuras mixtas. Simularon con todo rigor, orgullo y serenidad la función de diputadas (99), senadoras (30), primera ministra y ministras (hombres y mujeres).

El proceso de organización del Parlamento Simbólico de Mujeres fue en sí misma una importante iniciativa a favor de la política inclusiva, relacionando la SOFA, las organizaciones amigas y asociaciones con las autoridades parlamentarias.

En 2014, la batalla principal del movimiento fue la aprobación de la Ley de paternidad responsable bajo el gobierno de Martelly. Fue un momento clave en la lucha contra la impunidad en Haití. Las turbulencias provocadas por las derivas políticas condujeron al sometimiento del ministerio de la Condición Femenina, que se convirtió en una institución de propaganda progubernamental.

Replegadas en sus respectivas organizaciones, durante los cinco años que siguieron al cataclismo, las feministas desarrollaron una lucha sin cuartel para que las mujeres participaran en todos los niveles en los espacios decisorios.

En este contexto, la SOFA condujo un estudio en 2015 sobre los obstáculos que impiden a las mujeres acceder a los espacios decisorios. Esta lucha permitió que las feministas fueran reconocidas como interlocutoras en relación con cuestiones de relevancia nacional, lo que dio pie a una serie de peticiones para que más mujeres accedieran a dichos espacios.

Se formaron varias coaliciones de mujeres, entre ellas el COTEM (Comité técnico y multisectorial). Tales iniciativas dieron fruto y las feministas ganaron la batalla de la representación en los ayuntamientos y las entidades territoriales.

Todas las mancomunidades de municipios tienen por lo menos una mujer entre las tres personas que las componen obligatoriamente. Esta lucha explica por qué existe la asociación de alcaldesas de Haití, la Fenafemh (Federación Nacional de Alcaldesas de Haití).

Actualmente, las organizaciones feministas cooperan con las concejalas, incluidas las alcaldesas, con vistas a conservar la cuota del 30 % reconocida por la constitución modificada de 2011.

Durante todo el mandato de Michel Martelly, las mujeres denunciaron las derivas del poder, en particular los ataques del presidente contra las mujeres en la sociedad. Testimonio de ello es la campaña de apoyo Nou Tout se Lili a favor de la periodista Liliane Pierre-Paul, atacada por el presidente Martelly.

Además de las luchas por la participación política de las mujeres, se mantuvo una antigua constante en el seguimiento de la aplicación de los grandes ejes estratégicos del movimiento por parte de las políticas, entre ellas las cuestiones de salud de las mujeres y la lucha sin cuartel contra las violencias cometidas contra las mujeres.

En 2016 tuvo lugar en Puerto Príncipe un coloquio internacional sobre las cuestiones de género, los feminismos y las relaciones entre los sexos.

Fruto del mismo fue publicado un libro en 2018 por Éditions féministes Remue-Ménage, titulado Déjouer le silence: Contre-discours sur les femmes haïtiennes. Además, las feministas participaron conjuntamente en varios grandes eventos feministas científicos internacionales. Esta dimensión de la lucha asume la dinámica global que anima al movimiento feminista haitiano.

En efecto, debido a la posición desfavorable que ocupa el país en el escenario internacional, las feministas luchan en general en dos frentes: el nacional y el internacional.

Las feministas haitianas fueron las primeras en denunciar las derivas de la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), las violaciones de menores y jóvenes de ambos sexos y el abandono de sus hijos por parte de los Cascos Azules. Para dejar constancia de su desacuerdo, las feministas cortaron toda relación con la MINUSTAH en Haití, emprendiendo una batalla por la retirada de los soldados de la ONU del territorio haitiano y la indemnización a las mujeres víctimas de abusos y víctimas del cólera.

Paralelamente, durante este periodo se intensificó la lucha por la despenalización del aborto. Esto tiene que ver con el hecho de que las feministas se dieron cuenta de los daños causados por este acto en la vida de las mujeres, particularmente de las más pobres. Así que montaron un colectivo, llamado DSSR (Derechos Salud Sexual y Reproductiva), que básicamente se encarga de la lucha por el acceso de las mujeres a la salud sexual y reproductiva.

Entre 2018 y 2019, las organizaciones de mujeres creadas a partir de 1986, incluida la SOFA, desarrollaron una lucha encarnizada contra el gobierno de entonces, posicionándose a favor del cese del presidente actual, participando en manifestaciones, escribiendo comunicados de prensa y organizando actividades para denunciar la creciente adopción de medidas encaminadas a establecer una dictadura. Esta lucha se inscribe en un combate contra el oscurantismo y por la supervivencia de la sociedad haitiana.

Además de estas acciones realizadas durante el decenio, las feministas libran una batalla sin respiro contra el poder del PHTK (Partido Haitiano Tèt Kale), que moviliza una forma tóxica de masculinidad para gobernar. En efecto, este poder no duda en hacer llamamientos a violar a las mujeres que cuestionan a las autoridades.

El PHTK no se distancia de los hombres del poder, de los responsables cuyos nombres aparecen asociados a agresiones físicas y sexuales de sus parientes y sus empleados. Los dignatarios del PHTK utilizan la denigración, el insulto, la violencia y la corrupción como modos de gobernar.

En las luchas contra la corrupción que se desarrollan en la sociedad haitiana, la violación de mujeres, especialmente en los barrios populares, se utiliza como medio de represión para neutralizar la movilización.

A fin de contrarrestar estas derivas, la SOFA, Kay Fanm (Casa de Mujeres) y Fanm Deside (Mujeres Decididas) llevan a cabo sobre el terreno un conjunto de acciones de concienciación para explicar a la población el peligro que representa este poder, mostrando las similitudes que existen entre el poder del PHTK y el poder de los Duvalier, el poder que reinó en Haití a base de asesinatos, masacres, saqueos y violaciones durante 29 años, con la complicidad de un amplio sector de la comunidad internacional, como ocurre hoy con el poder del PHTK.

En conclusión, esta travesía del decenio muestra que el movimiento feminista abarca en su ímpetu un doble movimiento: la responsabilidad para con la sociedad haitiana y la esperanza de un mañana mejor. Las mujeres rechazan la resignación.

Desde 1915, ellas hacen de la indignación un leitmotiv para construir en Haití una dinámica política portadora de transformación social. Fiel a sus pilares estratégicos basados en un siglo de lucha, el movimiento feminista haitiano ha logrado imponer la cuestión de la participación política en el debate nacional de los últimos diez años, a pesar de que los medios de que dispone son bastante escasos.

A lo largo de este decenio, las mujeres han reforzado su presencia en el plano político en los ayuntamientos y las entidades territoriales. Se han impuesto como interlocutoras políticas ineludibles a través de la CONAP, que ha desarrollado en la década transcurrida una lucha sin cuartel por la visibilización de la labor política de las feministas.

También han logrado incluir en el debate la cuestión del acoso como forma de violencia contra las mujeres con el escándalo Josué Pierre-Louis e imponer el término tizonnay en el vocabulario haitiano para calificar el acoso sexual. Han transformado las reivindicaciones políticas de las mujeres en política pública a través del Plan Nacional de Igualdad entre Mujeres y Hombres y el Plan Nacional de Lucha contra las Violencias Cometidas contra las Mujeres, mostrando al mismo tiempo la necesidad de que se promulgue una ley nacional para luchar contra las violencias.

En cuanto a la salud, las mujeres han demostrado la necesidad de vincular el combate por la despenalización del aborto con el del derecho a la vida y a la salud sexual y reproductiva.

Asimismo, han relanzado la lucha contra la impunidad impulsando, junto con toda la sociedad, la lucha contra la corrupción y el fraude administrativo y participando en distintos niveles en la batalla en torno a los fondos de Petrocaribe. Aparte de estas luchas, la conquista más importante es la transmisión de los saberes feministas a una nueva generación de militantes a fin de mantener viva la llama de la combatividad de las mujeres en la sociedad haitiana.

En definitiva, a través de esta presentación, la sacudida restituye la manera en que las feministas se ven obligadas a luchar en diversos espacios (internacional, nacional…) para mantener sus conquistas, al tiempo que militan para obtener nuevas.

Este choque evoca la idea de un seísmo; réplica tras réplica, las mujeres responden a situaciones de agresión al tiempo que se agarran a los pilares estratégicos que sostienen las reivindicaciones sociales del movimiento, y que deben ayudarles a superar las crisis sociales y contribuir a construir la sociedad

Sabine Lamour es socióloga y feminista, dirigente de SOFA (Solidaridad de Mujeres Haititanas).

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