De las coaliciones creadas para dar dirección política al archipiélago opositor destacan, en los últimos 20 años, la Coordinadora Democrática (2002-2004), la Mesa de la Unidad Democrática (2008-2018) y el Frente Amplio (2017-2020).
RL / Idaed / EfectoCocuyo
Todas terminaron sucumbiendo ante el avance autoritario del chavismo en el poder; pero la autocratización del gobierno no es la única razón que explica la implosión de estas alianzas.
El anuncio de una nueva plataforma unitaria, revelado por el político Leopoldo López y matizado por el dirigente opositor Juan Guaidó, obliga a una revisión de los antecedentes para examinar los errores y recordar algunas lecciones.
Coordinadora Democrática (2002-2004)
Fue una alianza de asociaciones civiles y partidos políticos opositores al entonces presidente Hugo Chávez. Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de Venezuela asumieron la voz cantante. Fueron los promotores del paro petrolero (2002) y la activación de un referendo revocatorio (2004) para presionar la salida de Chávez del poder.
Esta organización también participó en una mesa de negociación tras el golpe de Estado fallido de 2002.
MUD (2008-2018)
Concebida como una coalición de partidos políticos, fue una estructura más institucional, en la que participó un equipo tecnopolítico que definió cómo sería su operatividad. Contaba con una secretaría ejecutiva que aseguraba el cumplimiento de las reglas de funcionamiento para la estrategia y la toma de decisiones.
En los primeros años, la oposición reunida en la MUD se enfocó en la acumulación de fuerzas a través de elecciones. Esta plataforma sirvió para la postulación de candidaturas unitarias a las presidenciales, regionales y parlamentarias de los años sucesivos. La MUD incluso tuvo una tarjeta electoral propia que se convirtió en la más votada en la historia de los comicios legislativos en 2015. Ese mismo año la oposición conquistó las 2/3 partes de la Asamblea Nacional.
También impulsó un referendo revocatorio (2016) contra Nicolás Maduro, que fue frustrado por tribunales sin competencia en materia electoral, activó multitudinarias manifestaciones populares duramente reprimidas y participó en distintas rondas de diálogo y negociación infructuosa.
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Frente Amplio (2018-2020)
Buscó ampliar la dirección política con la incorporación más activa de organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, la resistencia de los grandes partidos a garantizar la participación de estas organizaciones en la toma de decisiones generó fricciones insalvables.
Foto:El Frente respaldó las marchas y concentraciones convocadas contra Nicolás Maduro, pero se fue extinguiendo hasta desaparecer de la agenda mediática.
El historiador y estudioso de las transiciones políticas Ysrrael Camero ha documentado las experiencias organizativas opositoras de primera mano, pues forma parte de una de las organizaciones políticas que integran el llamado G4: Un Nuevo Tiempo.
El analista destaca que la diferencia entre la Coordinadora y la MUD es que en la primera la relación entre los partidos y las organizaciones de la sociedad civil se volvió caótica a falta de mecanismos que facilitaran la toma de decisiones, mientras que en el segundo caso los resultados electorales permitieron medir el poder e influencia de los partidos y en función de eso establecer reglas: los más representativos tenían más peso en las decisiones.
Para Camero, la principal lección que dejó la Coordinadora es que la estructura unitaria no debe crearse antes de definir la estrategia; es la estrategia la que define la unidad. “Sin estrategia la unidad no tiene sentido, y con unidad no nos referimos a unanimidad, son cosas distintas. La unidad no es un fin en sí mismo, debe estar al servicio del desarrollo de una estrategia y puede incorporar a organizaciones con opiniones distintas, pero no contradictorias. Si apuestas por la vía electoral, es contradictorio incluir a los que creen en la salida insurreccional”, explica.
En su opinión, la incapacidad de los partidos políticos para asumir la dirección de la Coordinadora llevó a su disolución que se materializó entre la derrota del referendo revocatorio de 2004 y la decisión de abstenerse en las elecciones parlamentarias de 2005 (que tuvo un alto costo político porque aceleró el dominio chavista en todos los Poderes Públicos).
El experimento más exitoso
En cuanto a la MUD, señala que varios factores confluyeron para que el experimento más exitoso (hasta ahora) de la oposición se desmoronara. El quiebre inició con el debilitamiento de la secretaría ejecutiva debido a que los partidos comenzaron a sentir que esa instancia competía por la dirección política: ¿Quién define la estrategia, la secretaría o los partidos?, era el debate.
La apuesta por una vía insurreccional con “la salida” terminó por profundizar las desavenencias entre Voluntad Popular y la secretaría ejecutiva, en ese entonces a cargo del abogado Ramón Guillermo Aveledo, quien terminó poniendo su renuncia a la orden.
La mayor crisis vino en 2016 por la autocratización del gobierno de Nicolás Maduro que decidió bloquear a la Asamblea Nacional y reducir al mínimo la competitividad electoral; pero también por la pérdida de una estrategia unitaria como consecuencia de diagnósticos e incentivos opuestos.
“Uno de los debates que ocurrieron después de 2015 fue: ¿por qué ganamos?, algunos concluyeron que los venezolanos votaron para que la oposición sacara a Maduro del poder, en el menor tiempo posible, mientras otros consideraban que los electores querían ver resueltos sus problemas y se trataba de un voto de protesta contra el chavismo. Por otro lado, en muchos empieza a crecer la percepción errada de que Maduro estaba caído y, en consecuencia, los incentivos cambian y se centran en la disputa por el poder (la presidencia). Los incentivos ya no eran para cooperar sino para competir”, expone Camero.
Destaca que las diferencias comenzaron a evidenciarse en la ruta que cada quien tomó desde la Asamblea Nacional algunos en favor de la enmienda constitucional para acortar el periodo presidencial y otros del referendo revocatorio, estrategia que al final todos los factores terminaron acompañando.
“Había una intención de ampliar la base de la unidad con el Frente Amplio, pero el miedo a que ocurra lo mismo con la Coordinadora y se debilite el G4 hizo difícil esa decisión”, agrega.
El politólogo Óscar Vallés coincide en que los errores de estrategia han generado costos políticos gigantescos y han conducido al desgaste y posterior quiebre de las alianzas opositoras.
El profesor de teoría política señala las disputas que hay entre los que llama reformistas “quienes tienen la estrategia de ir cortando poco a poco las ínfulas de la revolución de ser un poder hegemónico” y otros que pretenden sacar al chavismo del poder de forma abrupta. “La unidad debe estar alrededor de una estrategia y no de caras o de organizaciones”, señala.
¿Qué debe tener la nueva unidad?
Vallés considera que una nueva plataforma opositora debe garantizar la paridad entre los partidos, pero establecer “equilibrios y balances” que faciliten la toma de decisiones. Pone como ejemplo el Consejo de Seguridad de la ONU en el que los miembros permanentes son los únicos que tienen poder de veto en la instancia. “Esto exige madurez de las organizaciones políticas más fuertes de entender que no pueden imponer todo lo que quieran y de las más pequeñas de entender que no pueden actuar como si fueran mayoría”.
Otra condición que considera clave es que la necesidad de “descentralizar la unidad en Venezuela”. “La estructura no debe funcionar a escala nacional sino regional, que en cada municipio existan estructuras políticas que cuenten con el apoyo de las coordinaciones nacionales”, propone.
Si bien esta descentralización complejizaría la toma de decisiones, el politólogo destaca que elevaría el reto al oficialismo y garantizarían agendas de lucha más cercanas a cada localidad.
Para Ysrrael Camero es imprescindible que exista una estrategia unitaria, una dirección política que sea asumida por los partidos y sus dirigentes, una articulación con los actores de la sociedad civil y una vocación dialógica y disposición a construir puentes.
Para reactivar la movilización, el historiador apunta a que es necesario permitirle a los ciudadanos acumular capacidades e incrementar la confianza y credibilidad en los líderes políticos.
Ambos analistas concluyen que la oposición debe acumular fuerzas a través de elecciones y plantear la participación en comicios aún sin condiciones, sin ingenuidad, como parte de un reto político al Gobierno.