Sin decir dónde, cómo ni cuándo, Nicolás Maduro reveló que avanza en “negociaciones intensas” con la oposición venezolana con la promesa de «ampliar las garantías electorales» para unos comicios «transparentes, confiables y verificables».
RL / Idaed / Bloomberg
En una entrevista exclusiva un tanto complaciente ofrecida a la agencia Bloomberg, Maduro anunció que el gobierno invitará a la Unión Europea, a la Unión Africana, a centros de pensamiento político, especialistas electorales, entre otras organizaciones a participar como observadores de la jornada que ya tiene fecha: 21 de noviembre. Pero se trata de unas elecciones regionales en las que –como ya lo ha hecho antes el chavismo– tan solo cederá algunos espacios en estados y municipios, pero el poder central no lo someterá a una legitimación real, limpia y justa.
Así pretenden conformar una agenda «justa e igualitaria» para las partes, que aterrice en un gran acuerdo nacional por medio de convenios parciales, ya que “las garantías electorales para propiciar unas mega elecciones transparentes y verificables se van a ampliar en función con la negociación política que se está dando con todos los factores de oposición”.
Así lo dijo. Habló de “ampliar” las garantías. ¿Significa que eran pocas o nulas las existentes? o ¿la jornada será ligeramente menos fraudulenta? Desde ahora, las interrogantes abundan y a Juan Guaidó le corresponderá despejarlas para convencer al país y al mundo de este proceso en el que se suma Argentina junto a Noruega para mediar. Un «árbitro» que genera muy poca confianza, debido a la ya conocida coincidencia político-ideológica del kirchnerismo con el chavismo.
Señales en clave
Ante ese panorama, Maduro se muestra ansioso. Aboga por abrir las compuertas a la inversión extranjera, crear empleos y reducir la miseria ahora cuando el país está en quiebra, su infraestructura se desmorona y la vida de millones se ha convertido en una constante lucha por sobrevivir.
Es parte de la narrativa chavista que se desliza en alegorías de permanentes contradicciones. Sin embargo, ninguna le ha funcionado. “No ha habido ni una señal de Estados Unidos”, aseguró Maduro a Bloomberg durante la entrevista poco incisiva. Tal vez no las ha querido ver. Ha sido evidente el giro de la política de la Administración Biden hacia Venezuela, que ha dejado atrás la diplomacia dura de Trump para apostar por el camino del diálogo que tampoco ha dado frutos en el pasado.
De gira para convencer
A la par de las revelaciones de Maduro, la oposición hará una gira internacional para buscar “respaldos” frente al “inminente” proceso de negociación con el régimen de Nicolás Maduro.
Una delegación se encargará de hacer lobby en Washington para sostener reuniones de alto nivel con la Administración de Joe Biden, así como con senadores demócratas y republicanos, con el fin de “alinear todo”. Gerardo Blyde, quien ya ha tenido contactos con Noruega, servirá de intermediario entre las partes, informó el Centro de Comunicación Nacional en Twitter.
En el país, los dirigentes adelantan jornadas de activismo social, recorridos, foros y debates comunitarios en un intento por reconectar a los partidos políticos con la población. Pero acá también hay zanjas. El Frente Amplio se propone “fortalecer el tejido social” mientras Juan Guaidó difunde en primera persona su propuesta de negociación en la calle y en Twitter, donde afirma que “hay una estrategia porque existe una solución posible”.
Habla de que es mayoría, que tiene apoyo internacional, unidad y que logrará remover a Maduro de la silla que ocupa desde 2013 en el Palacio de Miraflores. La estrategia luce tan opaca como cuando prometía el cese de la usurpación que no logró concretar. Ahora parece estar renunciado a su investidura de presidente interino al reconocer a Maduro y a la Asamblea Nacional chavista que son productos de procesos lectorales fraudulentos e ilegítimos.
Con ese discurso espera llegar al 5 de julio con más cohesión para suscribir el «Acuerdo de Salvación» entre las organizaciones opositoras el Día de la Firma del Acta de Independencia.
Estabilización con disfraz
Por ahora, las acciones de Guaidó transcurren entre elogios y rechazo dentro de sus propias filas. Quien parece tener nítida la situación es María Corina Machado, coordinadora del partido independiente Vente Venezuela. Para ella, el chavismo no se plantea participar en «un mecanismo de negociación, sino de estabilización”.
Acierta. Sobre todo cuando en la dirección política de la oposición existe una «falta de apego a una estrategia sólida, que parta de una caracterización correcta de la tiranía». Es una dirección política que parece no aprender de 23 años de lucha y que sigue cometiendo los mismos errores y cayendo en las mismas trampas».
Esta es una trampa más, considerando que la participación en las elecciones significaría un reconocimiento al Consejo Nacional Electoral, designado por la Asamblea Nacional chavista, elegida en un fraude comicial en diciembre, y negaría en simultáneo la existencia del parlamento interino sobre el que se soporta la figura de Guaidó.
¿Qué pasará si fracasa? Lo más probable es que el posible pacto o acercamiento implique una flexibilización en la exigencia de justicia transicional y conlleve a un levantamiento de las sanciones contra Nicolás Maduro, cuando un sector de la oposición lo percibe como un revés a años de lucha. Ahí el ganador sí está muy visible. El resultado sería el mismo de las negociaciones anteriores: el régimen gana tiempo, logra relegitimarse para extender su permanencia en el poder, mientras se sigue prolongando la agonía del pueblo venezolano.