22 noviembre, 2024 9:50 pm

El castrochavismo es el responsable de la destrucción de Cuba y Venezuela

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Aunque la jefatura del estado cubano esté a cargo de otra persona es indiscutible que el régimen sigue conduciéndose de la misma manera que lo hicieron sus fundadores más sectarios y extremistas, Fidel y Raúl Castro, Ernesto “Che” Guevara, José Ramón Machado Ventura y Ramiro Valdés.

RL / Idaed / Elnuevoherald

Cada uno de estos personajes, a su manera, impuso su sello personal en sus gestiones de gobierno y aunque sin dudas, los hermanos Castro son los de mayor legado, no por lo extenso de su prontuario criminal podemos olvidar a quienes con la suma de sus maldades han hecho posible una tiranía de 62 años, como ocurre en la actualidad con Miguel Díaz-Canel, Luis Alberto Rodríguez López Calleja y muchos más, sin exceptuar un sector de la población que no ha dudado de actuar gustosamente como perros rabiosos cuando le han dado la orden.

En el caso de Venezuela algunos parecen haber olvidado, como consecuencia de la ineptitud de Nicolás Maduro, que el principal promotor del desastre fue Hugo Chávez quién le traspasó a Fidel Castro la soberanía venezolana tal y como hiciera el caudillo insular cuando decidió transformar a Cuba en una satrapía soviética.

Este golpista, por sus ansias del poder, destruyó la democracia en su país y estableció las bases para la instauración de una dictadura ideológica de trágicas consecuencias para la nación sudamericana.

Chávez, también contó con sicarios eficientes, entre los que destacan Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, sin que se puedan olvidar otros como José Vicente Rangel, Jorge Rodríguez, el general Vladimir Padrino López y el inefable Tareck el Aissami, todos, al igual que en el caso cubano, son culpables de la destrucción de la nación.

El resultado del trabajo colectivo de estos apocalípticos sujetos ha sido devastador en los aspectos políticos, económicos y sociales para ambas naciones, pero donde más destructiva han resultado sus gestiones es en los otrora ciudadanos hoy transformados en masas subyugadas por la nomenclatura, razón por la cual estos regímenes y sus funcionarios merecen severas sanciones de parte de todos los gobiernos democráticos y de todas las instancias internacionales.

Si los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, otro país que no debemos olvidar, violan de manera sistemática los derechos de sus ciudadanos al involucrarse en el tráfico de personas, al auspiciar todas las actividades asociadas al narcotráfico y como colofón se alían con estados considerados terroristas a la vez que ellos también patrocinan ese tipo de violencia, merecen ser aislados de la comunidad internacional y excluidos, gobiernos y funcionarios, de cualquier eventual beneficio o consideración de ayuda o reconocimiento.

Las actuaciones de estos gobernantes repercuten negativamente en la población mucho más que lo que puedan afectar las medidas punitivas que procedan del exterior. Y si no preguntémonos, ¿quienes arruinaron la industria petrolera venezolana y la azucarera cubana? ¿Acaso, fueron los supuestos bloqueos y los embargos?, o ¿las decisiones de funcionarios ineptos y corruptos que juegan negligentemente con los bienes de la nación?

Cuba y Venezuela se encuentran en la ruina económica por el dogmatismo de sus funcionarios, en particular de sus líderes quienes dictan constantemente medidas que coartan los derechos ciudadanos que a la vez impiden que la población alcance la natural independencia económica del estado.

Las limitaciones de acceso a la información, las restricciones de viaje a la ciudadanía, el siempre nutrido presidio político, el flujo permanente de personas que deciden abandonar el país en busca de una vida mejor, a veces con independencia de sus simpatías políticas, y como colofón, el establecimiento de reglas que prácticamente lo prohíben todo asfixiando al ciudadano, son actuaciones soberanas de los gobernantes y no consecuencia de actuaciones de naciones extranjeras o de los que desde el exilio enfrentan a los regímenes opresores.

Clamar por el fin de las dictaduras y luchar contra estas es un derecho inalienable que lamentablemente puede repercutir negativamente en personas inocentes, pero no por eso se debe responsabilizar a las víctimas y exonerar a los verdugos. Nunca las víctimas y sus victimarios comparten responsabilidades.

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