El que se desarrolla actualmente en México es el quinto proceso de negociaciones al que han concurrido la oposición mayoritaria (agrupada actualmente en la Plataforma Unitaria) y el gobierno de Nicolás Maduro y al que acuden ahora con su base de respaldo mermada y en medio de una situación económica y social que les sobrepasa como actores principales de la sociedad.
IDAED / Tal Cual.
A ambos sectores les urge obtener ventajas en esta nueva instancia de diálogo, máxime si se toma en cuenta que hay un proceso comicial pautado para el próximo 21 de noviembre (el de las elecciones regionales y locales) y, para entonces, deberían mostrar algunos resultados si quieren sacar algún provecho político.
El investigador David Smilde, asesor principal de la Oficina de Washington sobre Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) advierte que los procesos de negociación suelen ser largos; cita el caso del proceso de paz en Colombia, que duró 16 años y el del conflicto sobre Irlanda del Norte, que requirió de 11 años, por lo que considera normal que se produzcan fracasos reiterados; sin embargo, señala que la clave consiste en buscar que las conversaciones vayan en un camino positivo, construyendo sobre los logros y aprendiendo de los fracasos anteriores.
En entrevista con TalCual, el también profesor titular de Sociología y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Tulane, destaca que, a pesar del escepticismo que pueda existir sobre la posibilidad de logros concretos en el proceso que se adelanta en México, el diálogo y la negociación son los mejores caminos.
A su juicio, se debe utilizar la negociación para abrir espacios democráticos, lo que finalmente pueda lograr el cambio político que se busca para Venezuela con el restablecimiento de una democracia plena.
«Para que la negociación tenga resultados, hay que buscar que tenga algún grado de representatividad y que haya algún tipo de garantía de cumplimiento. Esto lo han hecho en esta ronda, con delegaciones más diversas y buscando construir un mecanismo de consulta con la sociedad civil y con la presencia de garantes internacionales», resalta Smilde sobre las ventajas que tiene el actual proceso de conversaciones.
David Smilde señala incumplimientos por parte de ambos bandos
—¿Cómo se puede negociar con un sector, en este caso el gobierno, que ha incumplido su palabra en anteriores ocasiones y se ha retirado también de los procesos de negociación?
—Siempre hay que comenzar con un escepticismo apropiado. Un gobierno democrático es, en esencia, una negociación institucional, con representantes elegidos por la población y con resultados que son vinculantes, asegurados por instituciones legales. Pero mientras el gobierno de Maduro siempre ha abogado por el diálogo y negociación, despojó a la Asamblea Nacional de sus poderes, se apoderó de partidos opositores, hostigó a políticos opositores y tergiversó las instituciones electorales. Estas son las verdaderas formas de negociación en una democracia. El gobierno ha buscado cerrar estos caminos representativos y vinculantes a la vez que continuamente, a través de los años, va proponiendo espacios improvisados, no vinculantes, y muchas veces con sectores escogidos a su gusto.
Señala David Smilde que el gobierno ha incumplido y salido de negociaciones en el pasado, pero igual ha hecho la oposición. En este sentido, recuerda que fue la oposición la que salió del diálogo de 2014; que en 2016 hubo acuerdos y dentro de la oposición inmediatamente comenzaron peleas y recriminaciones, aunque finalmente fue el gobierno el que incumplió, y que en 2019 el gobierno se levantó de la mesa en agosto, pero fue la oposición la que puso fin a la ronda de Oslo-Barbados en septiembre.
«Lo que hace falta es que los dos lados vean alrededor suyo, miren el sufrimiento del pueblo y exhiban la seriedad que merece la situación», acota el investigador.
— Hay quienes consideran que con los acuerdos en torno al reclamo por el Esequibo y la recuperación de activos el gobierno va ganando la partida 2-0 ¿Cuál es su evaluación de la marcha de la negociación hasta el momento?
—No estoy de acuerdo en esa evaluación. Lo del Esequibo era un «mango bajito» sobre el que ya había un acuerdo amplio sobre el tema. En ese sentido se enfocaron en eso para tener una victoria temprana y desarrollar confianza. Pero hubo un costo, ya que no es un tema sobre el cual la población tiene sentimientos fuertes en el medio de una crisis. Así que el riesgo de ese acuerdo es que socava las percepciones de la importancia de la negociación. Así que yo diría que el saldo del acuerdo del Esequibo es 0-0. Ganaron (el gobierno) algo de ímpetu interno, pero poco o nada con la población. El otro acuerdo en realidad era sobre protección social, incluyendo la mesa técnica de vacunación, un tema que la oposición ha estado promoviendo hace muchos meses y sobre el cual el gobierno ha arrastrado los pies. Y el acuerdo no regresó los activos al gobierno sino que acordó la formación de una mesa técnica para examinar cómo usar esos recursos para fines humanitarios. Así que me parece que el saldo del acuerdo sobre protección social es 1-1. Cada lado logró algo que quería, aunque esos logros dependerán de qué pasa en la mesa técnica.
No hay que sobreestimar a Maduro
—El gobierno de Nicolás Maduro parece tener mayor solidez que en la más reciente negociación, la de Barbados en 2019, y presiona porque se levanten las sanciones y la liberación de activos retenidos; visto así pareciera que el mayor beneficiario de la negociación será su administración ¿Desde su punto de vista qué es lo más que podría lograr la oposición?
—El gobierno quiere eso, sin duda, pero tiene intereses más amplios. Maduro siente, no sin razón, que ganó a Donald Trump y ganó a Juan Guaidó. Se siente relativamente cómodo comparado con hace dos años. Pero todavía tiene problemas grandes. Tiene el problema económico que quiere mejorar, y no tiene reconocimiento de los principales países democráticos. Los dos problemas están vinculados y quiere tanto el levantamiento de sanciones y algún tipo de normalización con los EE. UU. y con la Unión Europea. Puede ser que Maduro quiere ser candidato en 2024 y para ser exitoso necesita mejorar la situación. Aunque no sea candidato, quiere ser la persona que pudo estabilizar la revolución después de la muerte de su máximo líder. Para poder decir eso, necesita una significativa mejoría económica y una normalización internacional.
«Es importante —continúa David Smilde— no sobreestimar la solidez de la coalición de Maduro. Aunque Maduro parece más fuerte, es claro que hay descontento dentro de la coalición, especialmente con la marginación del chavismo viejo. El chavismo siempre ha tenido claro la necesidad de la unidad, pero en cualquier momento podrían salir divisiones entre los que quieren el statu quo y los que ven la necesidad de cambio».
Oposición necesitada
El experto considera que la oposición está debilitada y enfrenta un futuro en el que podría ser eliminada por completo.
«La oposición necesita esta negociación más que el gobierno de Maduro. La oposición no va a poder sacar a Maduro, no puede obligarlo a renunciar. A lo que sí puede aspirar es llegar a una serie de acuerdos a través del tiempo, que desarrolle el capital social y político entre moderados de los dos lados, de manera que se margina los extremos«.
Indica que a hay evidencia para esta teoría de cambio y refiere que previamente el llamado «gobierno interino» (el encabezado por Juan Guaidó) estaba diciendo que los que buscaban negociar con el gobierno le estaban haciendo juego al gobierno, pero una vez que hubo un acuerdo para la conformación del CNE, Leopoldo López y Juan Guaidó estaban vigorosamente promoviendo negociaciones, sabiendo que corrían el riesgo de volverse irrelevantes para el proceso político.
«Diosdado Cabello chilló sobre el acuerdo y está, de hecho, quedándose sin relevancia. Siguiendo así, con acuerdos de bajo o mediano nivel, lentamente se podría cambiar la geometría del conflicto a uno que no sea suma cero y donde todos podrían tener un futuro. El deterioro democrático en Venezuela no ocurrió de un día para el otro y la apertura democrática tampoco será rápida. Será paso a paso, recuperando espacios y empoderando a los moderados que mejor representen a la población».
—Usted ha dicho que si los dos bandos quieren realmente construir y convencer a sus seguidores de que esta negociación vale la pena necesitan trabajar rápido, forjando acuerdos que demuestren resultados. Tomando en cuenta que las elecciones regionales y locales son el 21 de noviembre, ¿hasta qué fecha sería aprovechable políticamente algunos resultados concretos?
—Hasta el mismo 21 de noviembre. La población está agotada y viviendo día a día. Pero responderá positivamente a cualquier señal de mejoría. Todos los políticos están en niveles bajísimos, alrededor de 20%. Pero con los acuerdos de ir a negociación e ir a elecciones, todos subieron unos puntos. Todavía son poco populares, pero todos los que apoyaron los acuerdos en los últimos meses han subido unos puntos. Y si hay acuerdos que realmente afectan la vida de la gente, se puede esperar que suban más. La población es severa con sus políticos, pero tiende a perdonar rápido si hay mejorías.
Oposición no puede pagar y darse el vuelto
—El economista Ronald Balza sostiene que es preocupante reducir la discusión sobre economía a las sanciones y activos externos del Estado porque, una vez superado el punto, puede que no se haya acordado nada sobre administración de los recursos públicos dentro y fuera del territorio venezolano. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—Cualquier acuerdo sobre las sanciones y los activos externos tiene que venir con acuerdos sobre el uso de los fondos, la transparencia de su uso, la publicación de un presupuesto nacional y otras medidas básicas de un Estado moderno. Pero lo importante es que se discute y que se busquen unos acuerdos. El gobierno no puede pasar por alto temas fundamentales sobre el problema económico. Y la oposición no puede pagar y darse el vuelto, como hicieron con el tema de la electricidad en el Zulia, negándose a negociar ya que sabía de antemano que el gobierno no estaba dispuesto a ceder en el control y transparencia de los recursos.
— Usted también ha advertido que los bandos deben tener conciencia de que la may
«Estudios recientes —continúa— muestran que lo que es casi universal en la población es el deseo de algún cambio. Pero igualmente universal es el sentimiento de que no hay agente político, ni el gobierno ni la oposición, que tenga la intención o capacidad de cambiar la situación actual. Pero si la población ve que hay una esperanza, la podrían apoyar en avalancha. Esto se vio en 2015, cuando la oposición convenció que estaban unificados y podrían tomar la Asamblea Nacional, y se vio en 2019 cuando un desconocido como Juan Guaidó convenció que podría traer un cambio. Tenía la popularidad por encima del 60%. Como dije anteriormente, la población venezolana es severa con sus líderes, pero perdona rápido si ve posibilidades de cambio».
—Luis Vicente León, de la firma Datanálisis, ha dicho que las negociaciones son procesos lentos cuyos frutos se observan al final y no al principio. ¿Hasta cuándo podría prolongarse este proceso de negociaciones para tener resultados prácticos? ¿Cuáles son los escenarios posibles a partir de los acuerdos que se logren?
—Lo que quiso decir mi amigo Luis Vicente es que los logros mayores vienen al final de una negociación, no al comienzo. Pero esto no quiere decir que no se puedan tener logros menores o parciales más temprano. Se podrían ver logros mañana si los dos lados se ponen de acuerdo. Y sería bueno que lo hagan, ya que los dos lados tienen algo importante en común y es que la mayoría de los venezolanos no los apoyan.
Viene la etapa seria de la negociación
— La próxima jornada de discusión está pautada del 24 al 27 de septiembre, en ella se prevé que se aborde el respeto del Estado constitucional de derecho. ¿Qué se puede lograr en esta materia además del compromiso y cómo se garantiza que se cumpla?
—Lo que van a hablar son dos cosas: el tema judicial y cómo involucrar a la sociedad civil. Si en la primera ronda cosecharon los mangos bajitos, en esta próxima veremos la seriedad de la negociación, ya que los temas son más difíciles. El tema de justicia está entre los más difíciles. Hay una gran cantidad de casos de violencia estatal que están sin procesar. Las violaciones graves de derechos humanos no prescriben y no se pueden negociar. Lo mejor que se puede hacer es garantizar justicia nacional, pero actualmente las condiciones no están dadas. De paso, la Misión de Determinación de Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas acaba de publicar un reporte sobre el sistema de justicia en Venezuela y documenta fallas graves, los cuales comprometen aún más el gobierno. También hace 45 recomendaciones para reforma. Así que las delegaciones no tendrán que comenzar de cero, ya tienen un análisis y propuestas de reforma. Aun así, está entre los temas más difíciles.
Añade David Smilde que es más probable que las partes logren algún acuerdo sobre un mecanismo de consulta de la sociedad civil, ya que hay varias ideas tangibles.
«El propósito no será que la sociedad civil se siente en la mesa sino que aporten propuestas y revisen acuerdos potenciales. El involucramiento de la sociedad civil siempre va a complicar un poco el llegar a un acuerdo, pero el acuerdo al que lleguen será más sustentable. Y regresando al tema anterior, el involucramiento de la sociedad civil es fundamental, ya que es el actor que va a obligar que tomen en cuenta temas de justicia y los derechos de las víctimas. Aquí, de nuevo, las investigaciones más recientes sugieren que una transición sin justicia es una transición insustentable», precisa el docente.
—¿Qué opinión le merece la solicitud por parte del gobierno de Nicolás Maduro de incorporar al empresario Alex Saab a su delegación en la mesa de negociaciones?
—Lo de Alex Saab es vergonzoso de parte del gobierno. Queda en evidencia que se sienten fuertes y quieren utilizar la negociación como palanca para otros temas. Pero creo que la oposición contestó correctamente diciendo que no era problema suyo. Deben ir más allá y voltearle la tortilla al gobierno, aceptando que participe Saab. Esta mesa de protección social es fundamental para dar un mensaje al público sobre quién es quién; cada lado escogerá la gente que mejor le represente.
«Si el gobierno piensa que un hombre de negocios, acusado judicialmente de corrupción, que ha ganado millones a cuesta del hambre de los venezolanos, le representa adecuadamente, la oposición debe decir okay, y nombrar a la gente que siente que le represente a ellos. Después debe exigir que se tomen y difundan fotos del grupo para que la población puede saber con quién cuenta cada lado», finaliza el investigador.
oría de la población no se identifica con ningún lado precisamente porque no los ven haciendo nada para mejorar las vidas de las personas que sufren déficit de bienestar. ¿Es posible entonces que la oposición agrupada en la Plataforma Unitaria pueda capitalizar el descontento con el gobierno? ¿Si no es así, entonces hacia dónde se mueve esa mayoría que no se ve representada por estos actores?
—Una población que no se siente representada por ninguna de las opciones se mueve hacia la abstención. Pero en este caso afecta más a la oposición, ya que el gobierno tiene una maquinaria de movilización y chantaje que puede lograr que la gente vote. La oposición no tiene eso. Pero si logra unos acuerdos que tengan impacto en la vida cotidiana de la gente, o si logra conectar con la gente y esta aprecia lo que está haciendo la oposición, recibirán votos.