Dicen que la sanidad de un país se puede medir por la calidad educativa de la que gozan sus habitantes. Que la buena salud de una nación se refleja en las posibilidades de sus maestros para hacer de ese país un lugar cada vez mejor.
Eso dicen, y por eso les planteo el siguiente ejercicio de contemplación y compresión. Hace algunas semanas se acabó el año escolar en Venezuela, desde entonces, los chamos andan por ahí, de “vacaciones”. Los docentes también dejaron las escuelas y la frase más sonada es: “No sé si vuelva en septiembre”.
La profesora Antonia Garrido tiene 46 años y se especializó hace 20 en biología. Se ha pasado más de la mitad de su vida en una escuela, enseñando. Hoy se está planteando cambiar de trabajo. “Tengo que reinventarme, con lo que gano dando clases no puedo ni comer”. El drama de esta docente es compartido con sus colegas, muchos piensan también en migrar, así sea de trabajo.
En la zona minera del estado Bolívar -donde Nicolás Maduro saca oro sin control ni remordimiento- los profesores dejan las escuelas para irse a las minas en búsqueda del pequeño gran tesoro que les cambie la suerte. La riqueza de un país se extrae de las entrañas del sufrimiento de sus habitantes.
Esta semana, el salario de los venezolanos se desplomó gracias a otra devaluación del Banco Central. La banca oficial cotizó el precio del dólar en 11.246 bolívares, mientras que el salario se mantiene desde hace meses en 40.000 bolívares. Saque usted una calculadora y simplemente divida el salario entre el precio del dólar y tendrá en sus manos el equivalente al poder adquisitivo de gran parte de la gente.
En el caso de los trabajadores de la educación, sus representantes gremiales denunciaron que el sueldo no supera los 7 dólares al mes. ¿Lo ve?, es capaz de ponerse por un segundo en la angustia de los que se paran frente a los niños cada mañana para enseñar.
La profesora Antonia ni siquiera gana medio dólar por día, sin embargo, terminó el año académico y no abandonó a sus estudiantes. Esto también habla de la vocación y el compromiso de no entregar los espacios de formación. Pero así ¿cómo vive la gente?
Las estadísticas del cierre de año indican que la deserción docente superó el 30%. ¿Para dónde se fueron los profesores?, la queja recurrente de los padres es que los muchachos no tienen maestros en áreas como matemáticas, biología, física y química. Una explicación puede ser el profundo y evidente desprecio que el gobierno demuestra por las ciencias. Todo lo que sea capaz de demostrar, que 2+2 es 4, será siempre subversivo. Los maestros son una amenaza porque saben desmontar las realidades impuestas por las televisoras y periódicos propagandísticos que aseguran que 2+2 es cinco, porque así lo dice el comandante.
En fin, usted entenderá, sigamos con el ejercicio.
Migración Colombia informó -también esta semana-, que ya hay más de un millón de venezolanos en suelo neogranadino. Entre ellos puedo contar a mi amiga Nancy, ella es docente y ahora vive en Bogotá, trabaja en el comercio. ¿Cuántas como ella habrá por ahí? Contemple el escenario migratorio e imagine ¿cuántos maestros se fueron huyéndole al hambre y al sufrimiento?
Ser maestro es una condena
Dentro del universo de los profesionales, siempre pienso en ellos -los maestros-, porque siento que son los que menos posibilidades tienen de diversificar su trabajo. Los que hacen bien su tarea, se pasan la mitad del día en un colegio y después tienen que corregir exámenes y planificar la próxima clase, no sé de dónde sacan tiempo para vivir.
No son como los contadores, los administradores o los periodistas, que por la naturaleza de sus trabajos pueden tener varias ocupaciones en simultáneo y no pasa nada. Los maestros están condenados a sufrir el maltrato de un Estado que les exige horario y calidad, pero no es capaz de pagarles lo suficiente para vivir con dignidad.
La oficina del gobierno que se encarga de regular precios les prohibió a las escuelas privadas aumentar sus costos. Es decir, niega la posibilidad de mantener las aulas abiertas. ¿Por qué?, quizás la respuesta se encuentre en la necesidad de llenar las escuelas públicas para tapar la grieta migratoria. En la economía venezolana es una necesidad aumentar los costos, ¿cómo le pagan los dueños de los colegios a los profesores para que no se vayan? También los están condenando a abandonar el barco.
Maestros Express
La otra cara de esta calamidad la anunció el gobierno a través de sus redes sociales. “Docentes express”, dice el afiche que pusieron a rodar por Twitter. “Con tan solo 450 horas académicas podrás obtener tu título de profesor e ingresar a la nómina del Ministerio de Educación”, lo anuncian como una campaña de marketing. Yo lo veo como una soberana burla a la ciencia, a la profesión docente y a las escuelas de educación de las universidades. Imagínese usted, ¿qué podrá salir de ahí?
¿Qué maestros?, ¿qué país?
En esta crónica, el ejercicio es contemplar y comprender. Usted que lee desde Argentina, Uruguay, Perú, Chile o España. ¿Cuánto gana un maestro?, ¿qué puede comprar un docente con su salario?, saque la calculadora otra vez y haga cuentas. Es fácil. En estas tierras de “revolución bolivariana”, a duras penas se puede comprar un kilo de queso, un cartón de huevos y un litro de leche. No más. Es la condena de vivir dependiendo de las dádivas que el poder riega sobre sus esclavos.
Lo más seguro es que la profesora Antonia, definitivamente, no vuelva a su salón en septiembre. Lo más probable es que la sustituya un “docente express”. La certeza es que el próximo periodo escolar será de menor calidad y que los platos rotos los seguirán pagando los niños, los adolescentes y los jóvenes que no encuentran formación de calidad.
La sanidad de un país también se puede medir por la calidad educativa. Dime cuánto gana un docente y te diré qué tipo de sociedad se está construyendo. Aquí -por ahora- la cuenta no da nada.