Desde hace décadas la economía venezolana da para todo. En esta suerte de tierra de nadie en que se ha convertido el mercado venezolano, en buena medida por falta de indicadores económicos y financieros confiables y oportunamente divulgados, los actores hacen lo que pueden, o lo que quieren, en función de mantenerse a flote, a pesar que, en los últimos tres décadas, han predominado políticas de control.
Idaed / Lanacion
El comercio informal, en consecuencia, ha decidido, vaya usted a saber con qué parámetros, cobrar su propia tasa de cambio, el «dólar buhonero», que se ubica en alrededor de 9 bolívares, tanto en comercios de Catia, en el oeste de Caracas, como en los de Petare, en el otro extremo de la capital.
Un reporte de Bloomberg Línea cita el testimonio de una vendedora informal identificada como Martha, quien señala que «cuando estaba estable el dólar, lo dejábamos a la tasa negra, porque no había mucha diferencia. Cuando empieza a aumentar de golpe, tenemos que protegernos y vendemos los productos a una tasa por encima. Si está en 6 bolívares en el Banco Central, nosotros lo ponemos en 7 y así vamos».
Martha vende accesorios electrónicos, como cargadores y audífonos, en el bulevar de Catia, evidentemente proporcionados por una de esas redes conectadas a la distribución informal que, incluso, funcionan supuestamente conectadas a ciertas autoridades, según denuncian los propios buhoneros.
Los transportistas, quienes se han visto «forzados» a montarse en el tren de la dolarización, también cobran su tasa de cambio particular, especialmente en horarios nocturnos, cuando puede llegar a 10 bolívares por unidad.
En este sentido, no se puede concluir otra cosa que la informalidad no es una forma que adquiere el funcionamiento de la economía, sino una cultura que permea a todos los estratos de la actividad comercial, pero que toca especialmente a aquellos que atienden a los menos protegidos.
Dice Bloomberg que estos vendedores, como «Martha», hablan como expertos en política monetaria, pero la cuestión es muy simple, la confianza en el bolívar es contingente y cada eslabón de la cadena va estableciendo sus propios términos de cambio, los cuales influyen de forma acumulada la formación de los precios al detal.
Carlos, un vendedor informal de alimentos en Petare explica a Bloomberg que sus proveedores le venden a tasa paralela «o más», por lo que para reponer inventario, él se ve obligado a establecer un precio con una tasa mayor para no perder, pero hay denuncias que señalan que parte de la oferta informal de alimentos proviene del desvío del bolsas CLAP repartidas por el gobierno.
Los precios en los mercados informales se remarcan a diario. Si la «cosa se estabiliza», el referente de precios volverá a ser el paralelo del día.
Según dice el reportaje de Bloomberg Línea, algunos comerciantes informales entrevistados utilizan la tasa de 3% establecida para el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) en divisas como parámetro de ajuste de los precios en dólares; es decir, hay un cobro encubierto.
Sin duda, la economía informal tiene sus propios parámetros monetarios.