23 noviembre, 2024 4:42 am

Cómo las drogas sintéticas invaden las calles de un país

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Calle de Huertas. Son las siete de la tarde y un tipo con un casco de motorista se acerca a un portal. Manipula su teléfono móvil. Está avisando a su ‘camello’ de que ya está allí. Llama al telefonillo y le abren la puerta. Pocos minutos después, baja a la calle. Su vendedor se asoma al balcón y le saluda, a modo de despedida. Aun cuando saben que la Policía Nacional de España, está al acecho.

RL / Idaed / Abc

Agentes del subgrupo de Estupefacientes y Crimen Organizado de la comisaría de Centro llevan dos meses, prácticamente todo el verano, realizando continuas vigilancias en torno a la vivienda. Abordan al cliente y comprueban que lleva droga encima.

Este tipo de escenas se repiten, da igual el día de la semana, en distintos puntos del distrito, donde probablemente se muevan más drogas sintéticas de toda la capital, pues están asociadas a las zonas de fiesta y locales de ocio. Un estupefaciente que, en sus muchas modalidades, es tremendamente nocivo para la salud. La operación Tabernas culminó con éxito el 26 de agosto, cuando los investigadores, ariete en mano, tiraron la puerta de este ‘narcopiso’ de Huertas. 

El vendedor es un ciudadano español de origen francés, de 47 años y sin antecedentes policiales. Guardaba 5.000 euros en efectivo y siete tipos de sustancias, como mefedrona, metanfetamina, GHB, ketamina, MDMA y botes de popper. Esta vivienda es una de las entre 20 y 25 dedicadas a la distribución de sustancias sintéticas que se desmantelan, solo en el distrito de Centro, cada año. Un número muy alto.

Mezcla letal

El auge de las drogas sintéticas es tal, que ya han desplazado en su distribución y consumo a la cocaína, que era la ‘reina’ de muchas fiestas. Esta comparación es muy preocupante. Más de lo que parece. Porque las peores de estas sustancias elaboradas en ‘cocinas’ conforman una mezcla que puede ser letal. Y con mayor capacidad para el ‘enganche’ que el polvo blanco o, en algunos casos, que la propia heroína.

La metanfetamina es la peor de todas. Se empezó a detectar hace unos años cuando inicialmente la movían por el centro de Madrid personas de origen filipino, explica a ABC un experto de la comisaría de Leganitos, donde están muy bregados en la lucha con esta lacra, hasta contar con químicos entre su plantilla de policías. El país asiático es uno de los principales productores, junto a México, donde se fabrica la de mayor calidad. «En España no se ha detectado su elaboración, porque no se encuentran los precursores necesarios para hacerla», explican los expertos sobre los productos químicos que conforman sus ingredientes.

El caso de la metanfetamina preocupa bastante. Está muy asociada, como casi todas las sintéticas, al mundo homosexual, por lo que se consume, sobre todo, en Chueca y Malasaña. Aun así, los puntos de venta se encuentran en todo el distrito, aunque el problema esté más focalizado en la parte norte del distrito, de Sol-Gran Vía hacia los bulevares (en la zona sur, sobre todo en Lavapiés, lo que se mueve es el hachís y la marihuana, aunque ahora la situación está más controlada).

Su precio oscila entre los 60-90 euros, en el caso de la filipina, y sube a los 90-120 el gramos en el de la mexicana. El gramo de cocaína, que normalmente la de mayor calidad es la que se vende en la Cañada Real, está a 50-60 euros, y la micra a un 10% de estos valores. «La metanfetamina es la más dura, porque genera mucha adicción y es muy nociva», añaden. Se la conoce en ese lumpen como ‘Tina’ y se fuma en pipa, a modo de ‘chinos’ (como está ocurriendo en la actualidad con la heroína, que ya apenas se pincha). Eso hace que la sustancia vaya directamente al cerebro y provoque unos efectos devastadores.

«Reina de la fiesta»

Pero la sustancia que más se pilla es la mefedrona (un fuerte estimulante, entre la cocaína y el MDMA), conocida como ‘la reina de la fiesta’. El caso del piso de la calle de las Huertas, el de la operación Tabernas, es muy ilustrativo, pues se despachaba entre otras esta droga, que tiene cuatro variedades químicas y «que es más fácil de consumir, porque es más suave y relativamente menos dañina».

La mefedrona llega desde China, normalmente a través de correo postal ordinario y de empresas de paquetería. En el gigante asiático no está fiscalizada. Y existe una cierta dificultad a la hora de interceptarla en esos envíos, puesto que España se rige por el Convenio de Viena, que establece qué tipo de sustancias están prohibidas.

En ocasiones, cuando se aprehende un paquete, lo que se ve en principio son cristales translucidos, con un tono marrón, y hasta que no se analiza en el laboratorio, no se puede constatar que es droga e inmovilizar la partida. «La mefedrona también se asocia a fiestas, pero luego sus consumidores se vuelven adictos», por lo que su consumo pasa a ser parte de su vida cotidiana. Además, su precio –apenas 20 euros el gramo– y que incluso se pueda adquirir por internet la hacen más asequible. Así que no es extraño que quienes la toman sean bastante jóvenes, de 16 a 30 años.

Como otras sustancias de síntesis, la ‘mefe’ o ‘miau miau’ se asocia a la peligrosa práctica del ‘chemsex’, sesiones de sexo en grupo con drogas de por medio, que está detrás de buena parte de las nuevas infecciones de enfermedades de transmisión sexual, advierte una doctora especializada en el tratamiento de estas patologías venéreas. «El ‘chemsex’ está cada día más presente en reuniones privadas, y es algo muy preocupante», enfatiza.

«Dark webs» y bitcoins

Uno de los clásicos es el GHB o éxtasis líquido, que viene desde Holanda, también por paquetería ordinaria. Realmente es el compuesto GBL (ácido gamma-butirolactona), que al mezclarse con agua se convierte en la sustancia que se consume, con un precio de unos 30 euros por 30 mililitros. El MDMA, la ketamina (que es un anestésico veterinario) y el éxtasis son las otras drogas de diseño más conocidas, que se mueven también a través de las ‘dark webs’, a la que solo tienen acceso expertos y donde se paga con bitcoins. En San Blas, la Policía ha intervenido casi 10.000 pastillas de MDMA ocultas en el interior de cajas de cereales y golosinas y de juguetería que pretendían enviar a través de una empresa de paquetería.

Capítulo aparte merece la mal llamada cocaína rosa, que se puso tan de moda en el confinamiento en Madrid y que, debido al toque de queda y a la proliferación de fiestas ilegales en pisos, era distribuida utilizando a conductores de VTC e incluso a ‘riders’ (repartidores) en moto o bicicleta. «Realmente es una droga muy difícil de sintetizar e importar. Aquí lo que se hace es mezclar ketamina con MDMA en un molinillo, le echan colorante rosa y lo rebajan con cafeína. Es el 99% de los casos, es falsa cocaína rosa y se vende muy cara, entre 90 y 120 euros el gramo», explica el experto de la comisaría de Centro.

Es lo que hacían una madre colombiana de 45 años con su hijo de 28 en su vivienda en la calle de Arcos de Jalón. Hasta que el día 27 la Policía les echó el guante. Tras numerosas vigilancias, observaron a finales de julio a la mujer cuando llegaba a su casa. A los 20 minutos bajó la basura… Y llevaba metanfetaminas, para deshacerse de ellas. En el posterior registro, se comprobó que allí mismo elaboraban la cocaína rosa o Tucibí (2CB), hasta el punto de que los muebles de la cocina estaban todos impregnados de esa tonalidad, por el uso del colorante.

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