Tarek William Saab, el Fiscal de la verdad, la justicia y la poesía… Todo ser humano, en la praxis de su vida, va perfilando la calidad moral y ética de su propia personalidad. Son los hechos mismos y no los discursos preconcebidos los que definen la personalidad de los individuos y el perfil de los héroes y los tiranos.
Todos llevamos el Bien y el Mal en la codificación ética de la especie humana. Por eso, nuestro gran poeta irreductible Víctor Valera Mora nos sigue diciendo: “De dignidad se trata. Sí, de dignidad”.
La conciencia es nuestro propio árbitro interior. En ella se expresa esa inevitable lucha existencial, social y determinante entre la culpa y la inocencia, la responsabilidad del deber o la irresponsabilidad de la indiferencia, el bien o el mal; no solo para la satisfacción y el goce personal; sino fundamentalmente para el destino de las comunidades a las que pertenecemos en todas sus dimensiones.
“La mejor palabra es la conducta”, nos decían siempre Argelia Melet y Douglas Bravo en los interminables debates ideológicos internos del PRV-RUPTURA-TERCER CAMINO. Claro que esa expresión es cierta porque, como dice el dicho: “las palabras se las lleva el viento”; en cambio, la conducta es observable, queda grabada en la mente del observador y puede ser reconstruida y perfectamente explicable en su metabolismo bio-psico-social.
En consecuencia, la Dignidad, la Palabra y la Conducta, así con mayúsculas las tres, se complementan, coexisten y conforman el verdadero poder moral y ético de los individuos, las colectividades y las instituciones del Estado y del gobierno en todos sus niveles.
Siguiendo a Edgar Morin en su formulación sistémica del pensamiento complejo: Individuo-Especie-Sociedad, podemos hablar también de la complejidad del bucle Dignidad-Palabra- Conducta; indispensable para la Acción Social, Política e Histórica de los dirigentes, líderes y héroes, no solo desde las instituciones del Estado y del gobierno; sino también y fundamentalmente, desde las comunidades organizadas del Poder Popular.
Con base en estas precisiones conceptuales, ubicamos la gestión actual del ciudadano fiscal general de la República Bolivariana de Venezuela, abogado, poeta y luchador revolucionario, incansable e irreductible, Tarek William Saab. En tal sentido, queremos destacar tres dimensiones vitales en su praxis jurídica, política e institucional: la verdad, la justicia y la poesía, en correspondencia total con la moral, la ética y la estética.
Comencemos, entonces, por decir que la verdad es la negación de la mentira; y viceversa, la mentira es la negación de la verdad. Esto sería también la lógica formal de los delitos; especialmente los robos, la corrupción en todas sus modalidades y niveles, los abusos sexuales (especialmente contra las y los menores de edad), los crímenes en todas sus formas y consecuencias, etc.
La sociedad actual, los grupos familiares e institucionales y las personas en sus acciones de interés individual o grupal, se caracterizan por la complejidad existente, tanto en las relaciones de las estructuras sociales como en sus interacciones personales, privadas o íntimas. Lo sencillo y simple puede ser también complicado y complejo; y viceversa, lo complicado puede simplificarse. Esa es la dialéctica histórica de la vida socio-cultural.
Ubicados en ese contexto de la complejidad, es sorprendente el cúmulo de noticias perversas vinculadas al crimen, los suicidios, abusos, traumas y sufrimientos que afectan en sumo grado la paz, la tranquilidad y la felicidad de las personas, tanto en su vida pública como privada.
Frente a esa realidad, a partir del 5 de agosto de 2017 hasta hoy, nuestro Fiscal viene librando una extraordinaria epopeya constitucional contra ese submundo, oscuro y perverso de la criminalidad en sus diferentes manifestaciones.
De manera que en seis (6) años de gestión, su praxis institucional ha estado fundamentada totalmente en la Carta Magna de la República, para la búsqueda insaciable de LA VERDAD, para hacer JUSTICIA y celebrar LA VIDA bajo la inspiración y la belleza de LA POESÍA
“Por la verdad, murió Cristo”, dice el testamento bíblico. Por la verdad, los seres humanos deseamos lo mejor de la vida como lo es la conciencia limpia de mentiras y pecados, para vivir felices conforme a nuestras propias realidades socio-culturales, políticas, filosóficas, morales, éticas y estéticas.
Asimismo en el campo de las ciencias naturales y sociales, la búsqueda permanente de la verdad es una necesidad vital e insoslayable porque la verdad científica nos garantiza un contexto seguro y confiable; por lo menos en el marco de nuestra realidad fáctica.
En la medicina, por ejemplo, la verdad curativa es primordial. Si el médico no le muestra la verdad al paciente; éste se impacienta y entra en una fase de tensiones que pueden ser muy graves.
Asimismo, en el terreno de la justicia institucional, bajo la responsabilidad del Ministerio Público o la Fiscalía General de la República, la verdad es vital para el pueblo porque de ella depende la ruta, el curso y la eficacia de la justicia.
En ese sentido, es indudable que nuestro fiscal general, Tarek William Saab, ha logrado rescatar y poner a prueba la eficacia necesaria y vital del Ministerio Público; después de la debacle y el deterioro institucional generado durante la vieja democracia adeco-copeyana y luego, en la gestión de la señora exfiscal Luisa Ortega Díaz.
Reseñar o analizar toda la labor del poeta Tarek, en la Fiscalía, durante estos seis años y medio, nos llevaría necesariamente a escribir un libro voluminoso, de un gran valor testimonial, en torno a la nueva historia de la justicia y la legalidad constitucional en la Venezuela bolivariana del siglo XXI.
Por ahora, es pertinente destacar dos casos de crímenes horrendos que han tenido una gran resonancia en estos tiempos de fuertes tensiones y grandes expectativas, en torno al presente y el futuro inmediato de nuestra República Bolivariana de Venezuela. Transcribo aquí la información dada por el Fiscal Tarek William Saab, en torno a la verdad criminalística del primer caso: