El Banco Central de Venezuela reveló que los precios subieron un 7,6% solamente en diciembre, acumulando así una dramática inflación del 686,4% anual. Aun así, se registra una fuerte caída de la inflación desde 2019.
RL / Idaed / Derechadiario
Según las cifras oficiales de la autoridad monetaria venezolana, los precios al consumidor subieron un 7,6% en el mes de diciembre, cuando ya habían aumentado un 8,4% en noviembre y un 6,8% en octubre. La situación no es estable: la inflación anual para el 2021 llegó al 686,4% y sigue siendo la más elevada del mundo.
Aún así, Venezuela registró una fuerte desaceleración de la inflación en los últimos años, pasando del 2.750.118% en 2018 a 7.374% en 2019, 3.713% en 2020 y finalmente 686,4% en 2021. El país salió de la hiperinflación si comparamos contra otros episodios históricos, pero el régimen chavista aún está lejos de contener el drama inflacionario.
Entre otras medidas, la dictadura de Nicolás Maduro se vio obligada a flexibilizar los controles cambiarios desde 2018 al verse totalmente agotadas las reservas del BCV. Se ablandaron las medidas para la circulación de diversas divisas, siendo el dólar la más utilizada por la gente, y se liberalizó mayormente el mercado de cambios.
Sin embargo, y a pesar de que la situación inflacionaria recuperó cierta vehemencia, la actividad económica de Venezuela se encuentra en un nivel crítico. Según las estimaciones del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), el PBI se derrumbó hasta un 89% entre julio de 2014 y junio de 2020, una tendencia que solamente se vio interrumpida por un muy débil rebote desde septiembre del 2020.
Venezuela registró una depresión económica prolongada incluso superior a la que vivió Estados Unidos en la década de 1930, pero al mismo tiempo sufrió una cruenta espiralización de precios por un período de tiempo que sobrepasó a otros episodios de la experiencia regional e internacional. La hiperinflación de Venezuela fue una de las más prolongadas en la historia económica mundial, lo cual ya la hace un caso de estudio muy particular.
Por otra parte, la elevada inestabilidad fue prácticamente inmanejable para las autoridades del régimen socialista. El Estado venezolano actualmente controla de forma directa los principales sectores estratégicos de la economía, como la electricidad, el petróleo y el gas, la distribución de agua potable, el transporte público, las telecomunicaciones, la producción de cemento, la producción siderúrgica, los puertos e incluso fueron expropiados latifundios y tierras anteriormente privadas.
Al mismo tiempo, el mismo Estado venezolano mantiene férreas regulaciones sobre la mayor parte del aparato productivo del país, interviniendo en prácticamente todos los mercados y todas las actividades.
Sin embargo, según el Fondo Monetario Internacional las erogaciones del Estado venezolano fueron sistemáticamente consumidas por la inflación. Esta fue la causa por la cual, de representar cerca del 50% del PBI en 2014, el Estado pasó a significar una cifra cercana a solamente el 10% en 2021, pasando por otro pico del 48% del PBI en 2018.
La inestabilidad hizo prácticamente imposible planificar los presupuestos y maniobrar las finanzas públicas con rigurosidad, además de destruir completamente la recaudación genuina de impuestos. Los precios aumentaron a una velocidad tan elevada, que los rezagos naturales que tiene cualquier Estado para percibir la recaudación tributaria fueron suficientes como para provocar una importante pérdida en términos reales de todo ese dinero recaudado.
El régimen socialista entró en una profunda situación de colapso sobre sí mismo, distorsionando e impidiendo maniobrar al núcleo económico del sistema chavista: la planificación centralizada de la economía.